jueves, 22 de noviembre de 2012

Capítulo 11 -La Rehén-


CAPÍTULO 11 –LA REHÉN-

CRIS:
Lorena cayó al suelo sin poder decir ni una palabra más. Se la veía completamente agotada y debía de haber sufrido fuertemente el temporal.

-¿Cómo nos habrá encontrado? –Sandra empezaba a buscar respuestas.
-Porque este sitio lo descubrieron ellas…

Susurré por lo bajo, pero todos me escucharon. Les conté como vi a Paula y a Lorena corriendo mientras Néstor las perseguía, y también les dije que fui yo quien me apropié de este lugar.

-No pasa nada, gracias a ti pudimos sobrevivir.

Le dediqué una sonrisa a Óscar y pareció que Sandra se relajo. Pasaron los minutos, seguidos del tiempo que tardamos en reconstruir la hoguera. Por suerte todavía quedaban un par de troncos y pudimos ponerlo en marcha.

 Necesitaba despejarme así que salí fuera de la cueva y perseguí un par de conejos. Sentí que unas hojas crujían pero no le di importancia, necesitaba esos conejos. Ellos me llevaron a una madriguera y justo cuando se disponían a entrar, les tiré dos cuchillos. Se movían rápidamente mientras emitían pequeños lloros, pero ya era tarde.

-Tranquilos… Viviréis mejor en otro sitio que aquí.

Cuando ya estaban muertos me los colgué del cinturón y me levanté de vuelta a la cueva. Pero unos pequeños ruidos me detuvieron e hicieron que retrocediera.
-Pero…
 
No pude contener las lágrimas al meter la mano en la madriguera y encontrarme a un pequeño conejo de color gris. Era precioso y sus ojos me examinaban con las largas orejas alerta.
-¿No pensarás matarlo no?

Sabía que había oído algo mientras perseguía a los conejos, pero no sabía si mis oídos me habían fallado.

-¿No deberías estar con Aitana?
-Si… Pero preferí acercarme a saludar a mi Salvadora.

Me levanté con cuidado, sacando mi cuchillo con una mano y sujetando con la otra al pequeño conejo.
-Muy… considerado, por tú parte.

No le vi moverse, solo conseguí distinguir como Álvaro se acercaba a mí rápidamente y ponía su cuchillo en mi cuello. Sentí como la sangre latía rápidamente por una de las arterias de mi cuello. Un solo corte, un solo roce y tardaría menos de los minutos en morir desangrada.
-Ahora en serio, ¿dónde está Aitana?
-Buscando a tus amigos.

Sentí un escalofrío y una idea se me cruzó por la cabeza, acabaría muerta pero por salvarlos a ellos valía la pena.

-¡Osc...! –Me tapó la boca y no me dejó terminar de avisarles.

-¿Darías tu vida por ellos?

Su voz era de completa incredulidad y veía sus ojos marrones oscuros mirándome fijamente. Yo solo pude asentir y mostrarme lo más segura posible. Él alejó su mano de mi boca, pero seguía con el cuchillo en mi cuello.

-Estoy seguro de que Aitana me dejaría morir con tal de salvar su vida.

Parecía descontento, pero tanto él como yo sabíamos que era cierto.

-¿Por qué no rompes tú alianza? Vente con nosotros.

-No puedo. –Su respuesta fue inmediata. –Debo encontrar a alguien.

Él se alejó de mí, y yo sentí como me había hecho un pequeño rasguño, pero no me importaba. Le cogí la mano mientras se alejaba.

-Pues encuéntrala… Y búscame. -Álvaro sonrió.

-Hasta la próxima mi Salvadora.

Y… de nuevo al chico de antes.

-Adiós Álvaro.

Salí corriendo y vi como él también se alejaba. Los conejos muertos seguían chorreando de sangre, pero conseguí llegar a la cueva con solamente unas pocas manchas.

ÓSCAR:

Cuando vimos aparecer a Cristina con los conejos la boca se nos hizo agua, pero le dimos uno entero a Lorena.

-¿Qué es lo que ha pasado?

-Huíamos de Néstor y llegamos al pueblo, entramos en la calle en la que hay tantos gatos. –Tragó saliva ruidosamente mientras lo recordaba. –De repente un enorme gato naranja nos saltó encima y Paula se echó para atrás.

Yo ya me imaginaba todo lo demás, Néstor la habría matado. Pero entonces… ¿por qué venía a pedirnos ayuda?

-Él la atrapó y… justo cuando su arma se iba a clavar en su estómago… Me empujó y salió corriendo con ella en la espalda.

La noche empezaba a caer y nosotros teníamos un plan. Cristina se sentía culpable por lo que las había pasado y se ofreció para hacer de cebo. Pero yo no podía dejarla ir, y en un intento desesperado de cambiar el plan, se me ocurrió la mejor idea de la historia. Y todo ese plan… sería hecho esta misma noche.

La oscuridad de la noche trajo consigo graves complicaciones, los murciélagos revoloteaban por todos lados. Pero lo peor de todo, eran los mutos del cementerio. Teníamos miedo de que aparecieran en el peor momento, porque mi plan tenía un punto débil y si de repente aparecen los mutos… todos moriríamos.

-Venga, esto tiene que salir bien ¿vale? –Yo intentaba dar ánimos, pero nadie parecía inmutarse.

-Va a salir bien Óscar. –De nuevo las palabras de Cristina me tranquilizaron.

Cuando llegamos a la entrada del pueblo Cristina y yo nos dimos un abrazo de despedida, creo que ella piensa que será el último.

-¡Luego nos vemos eh!

Ella solo asintió y salió corriendo junto a Carlos.

-Venga Óscar, concéntrate en el plan.

-Está bien.

-Debemos subir por aquí cuando ellos se distraigan, hay empezará la acción de verdad.

Las palabras de Sandra parecían firmes y seguras, estoy seguro que de ella sabe lo que hace.

CRIS:

Me despedí de Oscar y me obligué a que el plan ocupara todos mis pensamientos. Divisé a lo lejos la casa de nuestra salvación, que de día parecía completamente negra, pero estaba segura que de que su color era rojo o rosa oscuro. Miré a Carlos y le vi completamente nervioso, estaba muerto de miedo y yo no sabía qué hacer para que parase de temblar.

-Tranquilo…

Mi susurró me recordó a los conejos que maté, y con ello a Álvaro.

-¿Es esa la casa?

-Sí, tendremos que dar la carrera del siglo.

Carlos sonrió y yo encontré una forma de que se olvidase de todo esto, haciéndole reír.

-A la de tres… -Dije mientras sacábamos nuestras armas y atábamos bien nuestros zapatos.

-Recuerda que tienen que vernos bien.

Yo asentí y empezamos a contar los dos a la vez.

-Una… Dos…. ¡¡Tres!!

ÓSCAR:

Esa era la señal, Carlos y Cristina habían conseguido que los profesionales se volvieran locos. Sonreí al pensar en sus caras, al ver que dos tributos habían salido corriendo hacia ellos y luego les habían burlado. Ahora mismo Carlos y Cristina estarían corriendo calle arriba con una manada de profesionales enfurecidos.

-Nos toca.

Salimos corriendo sin hacer ruido, escondidos detrás de cada árbol, piedra o pared. Como supusimos, Néstor se había quedado a vigilar. Lorena emitió un pequeño sonido de rabia cuando vio que Néstor se acercaba a Paula. Corrimos todo lo que pudimos y conseguimos subir a los tres árboles que rodeaban la cornucopia, aquí empezaba el peligro.

CRIS:

Corríamos todo lo que podíamos, pero a pesar de eso todo se complicaba. Veía el miedo en los ojos de Carlos y los míos reflejados solo expresaban tristeza.
-Ahora…

Oí el susurro de Carlos y nada más asentir, subimos una pequeña calle que llegaba a la iglesia. Saltamos el muro y trepamos por las pareces hasta llegar al tejado. A partir de ahora solo nos quedaba observar, pero yo sabía que en cuanto las cosas se pusiesen mal… yo moriría.

ÓSCAR:
Sandra fue la primera en empezar, se agarró fuertemente a su árbol y empezó a remover rápidamente una rama. Todo su árbol empezó a sacudirse. Tardé en reaccionar pero lo hice justamente cuando Néstor dirigió su mirada hacia el árbol. Yo estaba justo en el árbol de en medio y justo cuando Lorena movió su árbol y Néstor dirigió su mirada hacia allí, pensé que era mi turno. Casi se me escapaba la risa cuando vi el horrible miedo que sentía Néstor, pero debí contenerme o podría caer del árbol.
-¿Quiénes sois?

Nadie contestó.

CRIS:
-¿Dónde se han metido?
-No lo sé…
-¿Cómo no puedes saberlo? ¡Tú dijiste que les tenías vigilados!

Parecían furiosos y nos buscaban desesperados. Estaban a punto de irse y volver a la plaza, pero no lo podía consentir, todavía no. Sabía que los demás todavía no habían rescatado a Paula, por lo que los tenía que entretener. Cogí unas cuantas piedras de pequeño tamaño y me atreví a asomarme. Divisé la puerta de la iglesia, perfecto.

Lancé la piedra y conseguí que Fénix y Laura volviesen corriendo. Otra piedra más cayó sobre una chapa de madera. Fer, Marco y Marcos llegaron a toda prisa, habían oído los ruidos desde la otra calle.

-¿Dónde se han metido?
-Están aquí, eso seguro…
-¡Tapar todas las salidas! –La voz de Fénix hizo que un escalofrío me recorriera todo el cuerpo. Y cuando oí a todos los demás moverse rápidamente... sabía que estábamos encerrados.
-Sigue tirando piedras… -El susurro de Calos me pegó un susto, pero su voz era tan baja que casi no le había oído ni yo.

Cada diez segundos, una piedra caía en un sitio distinto al anterior. Primero Carlos, y luego yo. Poco a poco notábamos como los profesionales se volvían locos, incluso Laura acabó un poco herida por habernos perdido la pista.

OSCAR:
Era imposible contener la risa por más tiempo, pero unos chillidos hicieron que se me pasasen todas las ganas de reír. Sentía a lo mutos acercarse… pero parecían interesados en alguien que se encontraba en la iglesia. Tenía miedo por Cristina y Carlos, pero sabía que los golpes que sonaban, eran ellos. Gracias a los ruidos extraños que hacíamos y a los ruidos de la iglesia, la paciencia de Néstor se acabó. Se acercó a un árbol, el que más cercano le pillaba, el mío. Hice una señal a ambos lados, tanto Lorena como Sandra asintieron.

Los árboles dejaron de moverse y Sandra saltó de su árbol, cayendo perfectamente en el suelo. Cuando la atención de Néstor se centró en ella, Lorena bajó de su árbol. Y cuando Lorena ya se estaba lanzando a por él, salté yo y corrí hacia ella.

-¿Tranquilízate vale? –Ella no parecía muy de acuerdo con migo.
-Lorena, ahora estamos juntos en esto.

Las palabras de Sandra valieron para hacer que Lorena asintiera y los tres empezamos a acercarnos a Néstor.
-¿Qué pretendías hacer con ella? –La voz de Sandra le asustó, pero nosotros tres ya nos encontrábamos andando lentamente hacia él, cada vez más cerca mientras él retrocedía.
-Supongo que pensabas que ellos se aliarían contigo…
-Por la simple razón de tenerla de rehén.
Sandra y yo nos turnábamos para acusarle de cosas, que eran ciertas.

-Siento decirte, que todo te ha salido mal. –Lorena le miraba con odio y desprecio.

CRIS:
Podíamos oír las palabras de Oscar, Sandra y Lorena. Nuestro escondite era perfecto y nos permitía ver sin ser vistos. Pero cuando pensábamos que todo iba bien… Fer tuvo que estropearlo todo.
-Hay que encontrarlos, y matar a Carlos. Con la otra podéis hacer lo que queráis, pero Carlos es mío ¡¿entendido?!

Carlos sufrió un escalofrío y yo le miré. Ahora debíamos estar callados, era lo mejor.
-¡¿Ahora paráis de hacer ruido no Carlos?!

Podía sentir la rabia y sed de venganza que sentía Fer, pero no podía recordar por qué quería matar a Carlos.
-Fue por lo de su hermana, Marta.

Y entonces me acordé, en el baño de sangre. Marta se lanzó contra él y solo pudo defenderse con una espada, Marta murió en el instante en que Fer corría hacia ella.

-Lo siento mucho.

OSCAR:

Lorena se lanzó a por él y Sandra y yo nos miramos, con una sola mirada sabíamos lo que teníamos que hacer. Sandra ayudó a Lorena y yo me dirigí hacia Paula. Estaba encadenada a una columna que sujetaba un edificio. Tenía sangre en las muñecas por el roce de las cuerdas, y podía ver como se había llevado un fuerte golpe en la cabeza.

-¡No me mates por favor…!
-No te voy a matar. –Ella me miró incrédula. –Ahora somos aliados.

Ella sonrió y yo le devolví la sonrisa. Se oyó un sonido extraño, y solo pude girarme y contemplar con horror como salía estampada contra el suelo.

CRIS:
Mis palabras rompieron el silencio. Me acerqué a Carlos y le conté mi plan.
-Huye con ellos y ayúdales. Puedes bajar por la parte de delante de la casa, y huir por el jardín.
Carlos me miró extrañado, pero yo le asentí rápidamente y le día mi mochila. Con eso le indiqué que seguramente no le volvería a ver.
-Dile a Oscar que nunca me olvidaré de él…

La voz se me quebró, pero empujé un poco a Carlos para que se diera prisa.
-¿Y por qué lo sientes? –Fer había bajado el tono de voz, y al ver su cara vi la incredulidad que sentía.
-Por tú hermana.

Me levanté del tejado y la luz de una farola hizo que me pudieran ver completamente. Tenía un cuchillo en cada mano y el corte en el cuello que me había hecho Álvaro. Sonreí al ver el susto que les había pegado.
-¡Tú no tienes que sentir nada por…!
-Yo también estuve a punto de perder a mi prima, no tienes nada más que decir.

Oí un enorme grito, era una chica la que gritaba. Pero tuve miedo de que Oscar estuviera en peligro. Solo se me ocurrió una cosa, aun que implicara abandonar mi plan de morir en manos de los profesionales.
-Espero veros otro día. –Le guiñé un ojo a Fer, para burlarme de ellos y salté a la parte delantera de la casa.

OSCAR:
Lorena estaba en el suelo, con la pierna y el brazo derecho totalmente lleno de sangre. Miré hacia Sandra y luego a Néstor. Estaba con su espada en la mano izquierda y sin mano en la derecha. Era horrible y toda la plaza se había vuelto roja oscura, color sangre.
-¿Qué ha pasado? –Cristina entró en la plaza cogiendo aire, y puso una mueca terrible al ver todo aquello.

Todos nos quedamos contemplando como Lorena se levantaba del suelo, Paula se acercaba a ella y la intentaba calmar.
-Paula… Intenta ganar, sé que puedes. Ahora ellos son tus aliados…

Parecía que se iba a morir, todo apuntaba a eso, pero no había perdido mucha sangre y se levantó del suelo. Se acercó despacio al suelo y…

CRIS:

Aparté la miraba sin poder mirar. Se oyó el hueco sonido del cuerpo de Néstor contra el suelo.

*Cañonazo*

Se formó el silencio, pero no duró mucho.
-¡¡Allí están!! –La voz chillona de Laura nos había encontrado.
-¿Has visto? ¡Te dije que estaba viva! -Fer empezó a correr hacia mí, ¿por qué me quería atrapar a mí?

Sabía que nos habían por lo qué todos nos pusimos de acuerdo y Sandra cogió a Lorena, Carlos la ayudó y Oscar se acercó a Paula para ayudarla a caminar. Salieron corriendo mientras que yo me quedé parada.
-¡Vamos Cristina! ¿A qué esperas?

Mi giré hacia el frontón derrumbado, y pude ver como los pelos rizados de Ángela salían de entre los escombros. Había estado escondida en el árbol derrumbado.

Vi a los profesionales acercarse a la plaza y salí corriendo.

OSCAR:

¿Dónde estaba Cristina? Seguro que seguía en la plaza, pero no entendía por qué. Entonces la vi acercándose a nosotros y nos metió prisa. Cogió a Paula del brazo y yo ayudé a Carlos y a Sandra a llevar a Lorena. Debíamos encontrar un sitio en el que poder escondernos… Al menos hasta que llegue la batalla final…

viernes, 16 de noviembre de 2012

Capítulo 10 -Una gran amenaza-


OSCAR:
Dejo la cabeza de Cristina apoyada en el suelo ya que no puedo darla ningún jersey porque están todos puestos en nuestros cuerpos. Durante unos minutos pensé que había muerto y me asusté, estuve moviéndola  durante unos segundos, pero luego pude ver como respiraba lentamente. Salgo a por leña para el fuego. Toda la leña está húmeda y no creo que arda con este frío que hace.
-¿Que haces?
Suena una voz conocida detrás de mí. Me doy la vuelta y están Aitana y Álvaro Acercándose hacia mí sin ningún arma en sus manos. Saco las mías por si acaso y las dejo entre mis dedos. Desde que nos abandonó no confío en ella. Estos juegos llevan demasiado tiempo y el Ocentolio tiene que estar aburrido ya que no ha muerto nadie desde el día del acido. No llevo los días contados pero se que ha paso demasiado tiempo. Me he distrito y me encuentro con Aitana y Álvaro a mí alrededor. Sacan sus armas de debajo de sus chaquetas y lanzo el cuchillo atravesando el brazo de Aitana. Se tira al suelo y pega unos fuertes chillidos que se escuchan por todas partes. Aparecen Cristina, Carlos y Sandra corriendo hacia mí.

CRIS:
Me despierto escuchando un fuerte sonido que penetra en mis oídos. Sandra y Carlos están alerta y cuando ven que me despierto salen corriendo. Les sigo hasta que los alcanzo. Nos paramos en seco cuando vemos a Aitana gritando han el suelo y a Oscar y a Álvaro tirados en el suelo rodando montaña abajo. Seguimos corriendo y yo y Carlos fuimos hacia Álvaro y Sandra fue hacia Aitana. Me abalanzo contra Oscar y lo aparto de Álvaro. Miro hacia Sandra y veo como agarra el mango del cuchillo y tira de el para sacar el brazo. Aitana se levanta y le pega una pata a Sandra en la tripa. Coge el cuchillo y se lo clava en la cara a Sandra.
Pego un chillido y saco el cuchillo del cinturón y lo tiro hacia Aitana. El cuchillo cae un metro más a delante y ella corre hacia mí. Me aparto y se choca con Álvaro cayendo al suelo abrazados. Se miran y se ponen a correr camino abajo. Oscar se levanta del suelo y me mira.
-¿Cómo os habéis enterado? Si estaba a cien metros de la cueva –dice Oscar.
-Los gritos de Aitana se escuchaban hasta en mi ocendistric –dice Carlos.
-¿y Sandra?-dice Oscar.
Les miro y salgo corriendo hacia donde la mató Aitana. Ellos me siguen a toda prisa. Llegamos y… Aitana le había clavado el cuchillo en la camiseta atravesando el suelo para que no se moviera. Se lo quito y cogemos la leña que Oscar había tirado.

OSCAR:
Volvemos a la cueva y el fuego estaba casi apagado. Se escucha un ritmito silencioso que se acerca hacia nosotros. Salimos pensando que era un mensaje pero era mucho mejor. ¡Era un paracaídas! Ya era hora de que nuestros patrocinadores nos mandaran algo! Era un paracaídas demasiado grande, como un metro. Lo cogemos. Pesa demasiado y por eso pienso que es un banquete de comida. Pero no, son troncos de leña que están totalmente secos para que cuando los pongas al fuego ardan de inmediato. Cristina saca tres anchos y gordos troncos que después coloca en el fuego. Después de cinco minutos el fuego es grande y no desprende humo. La cueva empieza a coger calor y nosotros ya nos hemos quitado la primera prenda. El frío esta desapareciendo poco a poco y el calor va entrando en nuestro cuerpo.
-Mirad –dice la voz de Sandra.
Todos sacamos la cabeza fuera de la cueva y vimos que el hielo se estaba derritiendo. La capa de nieve de medio metro ahora es de treinta centímetros, y las estalactitas que colgaban de la cueva y de los árboles eran ya muy pequeñas. Volvimos a entrar y nos pusimos otra vez alrededor del fuego. Jackie y Sombra están tumbados juntos hechos una bolita al lado del fuego. No tenemos nada de comer y nos quedamos dormidos.

CRIS:
Despierto con los ojos llenos de legañas. El fuego está casi apagado y mi estomago está muerto. Me asomo al aire libre y la nieve y el hielo han desparecido. En unas zarzas puedo identificar un precioso conejo que va desaparecer en nuestros jugos gástricos. Saco el cuchillo de mi pantalón y lo lanzo contra el. ¡Toma, en toda la cabeza! Lo cojo y lo llevo a la cueva. Carlos también se ha despertado y Sandra está en ello. Oscar está dormido, y como lo conozco se que va ha haber que despertarlo.
Pongo el conejo en el fuego y Sandra y Carlos me ayudan ha hacerlo. Saco unos palos mas para que el fuego no se apague.
-Me pido una rica pata trasera- Les digo.

La nieve se ha derretido pero las nubes siguen amenazadoras en el cielo. No sabemos lo que nos espera. Se que una terrible amenaza va ha hacernos el Ocentolio. Nos pondrán bombas por toda la arena o lloverá espuma para que nos ahoguemos, o cualquier otra cosa cruel que se les ocurra.
Ya esta echo el conejo así que tendré que despertar a Oscar. Me acerco a el y le muevo un poquito. El se levanta y me mira fijamente a los ojos. Le miro la mano que la tiene en puño. No se si me va a pegar pero confío en que no. Se me tira sobre mi y me abraza con fuerza.
-He soñado que un vendaval te llevaba con el desintegrándote en el aire –me dice.
-¿y no te has movido, ni has dicho nada en sueños? -digo sigilosa –es extraño en ti que no haya pasado nada de eso, siempre te mueves o gritas.
Las nubes cada vez nos amenazan más. Los truenos suenan y los relámpagos son muy grandes.

OSCAR:
Después de contarle a Cristina mi sueño me levanta y me abre la mano. Siento como los músculos se relajan y me dan un respiro. Me sienta en una piedra y me da la pata de conejo que ella tanto deseaba comerse. La miro coger un cacho de pechuga que le quito de la mano.
-¿no pensabas que me ibas a dar tu parte favorita no? Te conozco y aunque también me gusta mucho se que quieres comerte este  muslo. Toma…
Me meto el cacho de pechuga en la boca y mastico con ganas.
Nos acabamos el conejo enseguida.
Jackie y Sombra salen corriendo y desaparecen mientras gritamos sus nombres. Empieza a llover con fuerza y el aire trae ramas que nos dan en la cara. Sandra, Carlos, Cristina y yo cogemos nuestras pertenencias y nos acurrucamos en la pared. ¡Es un vendaval! Es lo que he soñado. Me agarro con fuerza a Cristina y ella ami. Carlos y Sandra están delante de nosotros haciendo fuerza hacia la pared, los agarramos de la camiseta y pasamos las piernas entre ellos para que no se vallan volando. Los ojos se me cierran y mis piernas sueltan a Sandra.

Me despierto tirado en el suelo de la cueva. Levanto la cabeza y veo a Cristina y a Carlos en la pared y a Sandra tirada en la salida. El vendaval a pasado. Me levanto y despierto a Sandra, cuando abre los ojos salgo corriendo y despierto a Cristina y a Carlos. Están bien los tres. Me siento en el suelo. Ellos se reúnen conmigo y nos sentamos donde debería haber un fuego. El paracaídas ha desaparecido y los árboles están rotos y tirados en el suelo. Escuchamos unas pisadas que se acercan corriendo.
Es Lorena que viene con la ropa sucia y rota. Nos dice:
-Ayuda por favor Ayuda.
Cae al suelo desmallada.




jueves, 15 de noviembre de 2012

Capítulo 9 -Tengo frío... -


 
OSCAR:
Se ha hecho de día y no podemos hacer otra cosa que no sea estar en todo momento alerta. Cuando he abierto los ojos he visto como todo a mí alrededor se había congelado. El suelo resbalaba y los árboles se encontraban como estructuras de cristal. Todo era precioso pero también tenía un aspecto siniestro y mortífero.

-Estos juegos están durando demasiado. –Susurra Cristina.

-¿Y por eso quieren que muramos congelados? –El silencio que formamos es la respuesta a la pregunta de Carlos.

Caminamos en dirección a ninguna parte, con la esperanza de encontrar un sitio en el que el frío no pueda entrar, o cualquier sitio desde donde el fuego no se pudiera ver. Tenía los dedos congelados y los guantes de algodón tampoco hacían nada por mí. Todos nos intentábamos calentar las manos, pero yo sabía que todo sería inútil. Necesitábamos fuego, y lo necesitábamos ya.

-¿Qué es eso?

No sé quien formuló la pregunta, pero pude oírla y alzar la mirada hacia el pueblo, donde una gran columna de humo se alzaba grandiosa y prometiendo el calor que nos merecíamos. Sabíamos que sería peligroso, pero nuestro cuerpo lo pedía a gritos. Empezamos a andar hasta que alguien, que iba el primero, se paró de golpe haciendo que todos nos chocásemos con ella.

-No debemos ir allí.

Era la voz de Cristina, pero se había vuelto gélida como sus manos. Giró de golpe y vi como llevaba el pelo lleno de nieve y las pestañas completamente blancas.

CRIS:

Sabía lo que hacía, estaba segurísima de que era una trampa. Pero cuando todos empezaron a andar yo tampoco pude resistirme, y me vi atraída hacia ese foco de calor. Así que solo hubo una cosa que me hizo salir del sueño, los copos de nieve. Ellos me recordaron a María, odiaba el verano porque el fuego era su peor enemigo. En cuanto un pequeño copo de nieve pasó delante de mi sentí como si María fuese esa pequeña gota de agua congelada, y ella me rogaba que parase.

Paré de golpe, sin más. Los demás chocaron conmigo y pude ver como se encontraban confusos.

-No debemos ir allí.

-¿No debemos o no quieres que vayamos? –La pregunta de Sandra no me pillo desprevenida, había observado su rabia al pararla en seco.

-No podemos… -Mi voz sonó como un susurro lo que hizo que se cabreara más.

-¡Contesta!

-¡¡No podemos ir!! ¡¿Acaso no te das cuenta de que es demasiado fácil?! –Grité con todas mis fuerzas, y por un momento tuve miedo de que nos escucharan. – ¿Acaso crees que el Ocentolio es así de generoso?

-¿Y tú no te das cuenta de que nos estamos muriendo?

Mire a Sandra y a Carlos, para luego pasar mi mirada por Óscar. Estaban pálidos como fantasmas y todos los demás miedos se fueron, y otro ocupó su lugar. Tenía miedo de perderlos…

-Lo siento… -Lágrimas salieron de mis ojos pero no llegaban a llegar al suelo, acababan congeladas. Sentía a María a mi lado, pero a la vez a muchísimos kilómetros de allí. –No dejaré que muráis.

Pensé durante un rato, mientras todos me miraban. Me sentía incómoda con todas sus miradas pegadas a mí por lo que les pedí alejarme un poco de allí, y ellos accedieron.

Me alejé demasiado, intentaba seguir a María pero lo que no sabía era que empecé a entrar en calor de repente. Olía a quemado, pero no se veía nada de humo. Vi a Paula y a Lorena huir, resbalaban constantemente pero ellas no paraban. ¿No será otro muto no? Pero se trataba de Néstor, que las perseguía con su arma apuntándolas. Ellas escaparon de una pequeña cueva en la que pude ver un pequeño fuego, y Néstor dio patadas en el suelo tapando un poco la hoguera.

-¡Mierda!

Se le veía frustrado pero aun así salió de allí y yo aparecí de detrás de una roca. Sombra iba conmigo y miró el fuego apenada. Rápidamente cogí un palo y avivé el fuego. Cogí hojas secas y cualquier cosa para que no muriera mi última esperanza.

Dos minutos después, y todo estaba perfectamente. Salí corriendo y arrastré a Oscar hacia la cueva, mientras que Sandra y Carlos nos perseguían.

-¡Increíble! –Exclamó Carlos.

-¿Cómo lo has conseguido? –Sandra se calentaba rápidamente cerca del fuego.
-Luego os cuento…
Me encontraba cansada, agotada y hundida. Apoyé mi cabeza en Óscar, y las palabras salieron frágiles de mi boca:

-Tengo frío… Mucho frío. -Mis ojos se cerraron.

viernes, 9 de noviembre de 2012

8 -Alas de Agua-

8
Alas de agua
CRIS:
Lo conseguimos, pasamos la noche en paz.
Nos levantamos de nuestras camas y arrancamos el césped que tenía una gran cantidad de rocío. Lo escurrimos encima de nuestras cantimploras y salimos a investigar, nos separamos, yo iba con Carlos y Oscar iba con Sandra. Encontramos un barro espeso que probablemente sean arenas movedizas así que no seguimos hacia delante.
-Esto es todo lo que hay- digo silenciosa.
-Entonces… ¿Nos damos la vuelta y volvemos al campamento?-pregunta Carlos.
-No, seguiremos por hay.
Después de cinco minutos encontramos unos árboles donde podríamos acampar mejor. Es un árbol de seis ramas que se han formado bajo tierra y han salido las seis cada uno hacia un lado. Salimos corriendo al campamento para decírselo a Oscar y a Sandra.
OSCAR:
Una vez que estamos separados Sandra y yo encontramos un pequeño río, mejor dicho un riachuelillo donde nos lavamos las manos y nos mojamos la frente, el cielo está nublado y tiene pinta de que va a caer una buena.
Volvemos al campamento y allí encontramos a Cristina y a Carlos sentados encendiendo una hoguera.
-Hemos encontrado unos árboles donde podríamos refugiarnos por si viene alguien- dice Carlos
-¿Dónde? -Pregunto en voz baja.
-A cien metros de aquí- responde Cristina.
-¡Perfecto! Es genial. Nosotros hemos encontrado un riachuelillo por si acaso nos quedamos sin agua.
No sabemos que hacer hasta que la primera gota cae en mi hombro llamándome la atención.
CRIS:
La lluvia cae apagando el fuego poco a poco, humedece la hierba y los troncos, moja nuestras camas y nos moja a nosotros. Cogemos los chubasqueros que venían en las mochilas y nos los ponemos. Me tumbo en el suelo mientras miro a Oscar que lleva el pelo suelto y con una trencita en la extensión que su estilista Abie le puso en el lado izquierdo. Sandra y Carlos están correteando.
Me levanto y saco las cantimploras de las mochilas les tiro el agua del rocío y las pongo bajo la lluvia para que podamos tener agua fresca y limpia.
Nos ponemos bajo un árbol. Pongo mi cabeza sobre la pierna de Oscar y el me quita las dos coletas y me empieza a tocar el pelo hasta quedarme dormida.
Despierto con una nueva hoguera y con ellos tres mirándola. Escucho un ruido detrás de mí. ¡Son Jackie y Sombra! Jackie me mira y Sombra se mete en mi chubasquero y levanta la cabeza para que le acaricie. Se acerca Jackie y no tiene otra cosa que hacer que sacudirse y salpicarme agua y barro. Escucho las risas de Oscar, Sandra y Carlos.
En el fuego se encuentra un conejo con grandes patas y unas costillas demasiado grandes solamente para nosotros.
-¿Quien lo ha cazado?- pregunto.
Carlos señala con la cabeza hacia Jackie.
-Lo ha traído entre sus dientes mordiéndolo con fuerza para que nadie se lo robara- Dice Sandra.
-¿Como ha sabido donde estábamos?- vuelvo a preguntar.
-Para eso no hay respuesta. Pregúntaselo tu misma- dice Oscar.
Todos soltamos una risita. Le miro y le hago un gesto moviendo la cabeza suavemente de lado a lado como si le dijera que esta loco. Sacamos el conejo de las brasas y cada uno se coge su parte favorita. Nos lo comemos entero y los huesos se los damos a Sombra y a Jackie.
OSCAR:
Ha dejado de llover. Salimos a por las cantimploras y  saltamos en los grandes charcos.
Cada ve que saltas los charcos salpican y Sandra grita:
-¡Parecen alas!
-Si, alas de agua- dice Cristina.
-Me gusta. Es… es… como decirlo, queda bien-dice Carlos
-No está mal- replico
Me he cansado de saltar y me he sentado en la sombra del árbol. Sombra y Jackie me miran, ¿sabrán como me siento, sabrán lo que pienso, sabrán que quiero?
No paro de pensar si moriré y saldrá Cristina con vida, no se si es lo contrario, no se si moriremos los dos. Espero que ella salga con vida, si yo muero mi madre se quedará sola, pues mi padre murió en la fabrica de electricidad por unos cables que saltaron e hicieron explotar una de las seis fabricas. Fue muy grabe incluso para el Ocentolio. Tuvieron que cerrar tres fábricas y dejar dos abiertas. No tuvieron electricidad durante un mes.
El padre de Cristina murió mas tarde por las quemaduras. Si nuestros padres no hubiesen trabajado juntos no me hablaría con Cristina.
-¿Qué te pasa?-me pregunta Carlos- estás aquí sentado y he pensado…
-Nada-respondo interrumpiéndole.
-No me lo creo-suena la fina voz de Cristina- algo te pasa, te conozco de siempre, desde los tres años así que desembucha.
Carlos se va con Sandra dejándonos a Cristina y a mí solos bajo el árbol. Se lo cuento todo, todo lo que estaba pensando. Veo que de su ojo derecho sale una lágrima que se desliza por su cara, me tapo la mano con el jersey y se la quito.
CRIS:
Dejo caer mi espalda al suelo y dejo que Oscar me acaricie la cara por unos segundos. Dejo de sentir su mano calida sobre mi frente y abro los ojos. Los profesionales tienen a Sandra, a Carlos y a Oscar con un cuchillo en el cuello. Me levanto de un salto y meto la mano disimuladamente por el cinturón.
-Yo que tu no lo aria-dice la voz de Fénix.
-Hazlo, mátalo, vete y sálvate- dice Oscar.
No se que hacer, pero no puedo dejar que los cuchillos atraviesen los cuellos de mi mejor amigo, de la una chica que me ha caído bien por ahora y el de un chico bastante majo y agradable.
-Vamos ¿a qué esperas?-vuelve a sonar la voz de Oscar.
¿A que espero? Esa es la pregunta que me hago yo. Me fijo bien, se que falta Laura y me pica la curiosidad de saber donde está. Y algo me dice que me agache, lo hago,  pasa un hacha por encima de mi cabeza. Edu tira a Oscar al suelo y se agacha. El hacha se ha clavado en el árbol. Fénix y Marco agarran más fuerte a Sandra y a Carlos. Oscar se levanta y se tira contra Laura. Ellos lo miran así que aprovecho para coger el látigo de Oscar que esta colgado en la rama que está ami lado y lanzárselo a los pies a Fénix y a Marco. Caen al suelo y Sandra y Carlos se ponen a mi lado. Oscar le ha clavado a Laura las lanzas de Carlos en las manos atravesando el suelo para que no se mueva. Salimos corriendo en dirección contraria y los profesionales se han parado para ayudar a Laura. No nos siguen. Pero corremos. Nos frena una montaña.
OSCAR:
Subimos la montaña y llegamos a una cueva que tiene piedras colocadas como una muralla. Parece una especie de refugio militar de los que se construían antiguamente.
Nos pasamos la tarde sacando las piedrecitas y los palitos del sitio al que nosotros llamamos Bunker. Después de ese cansado trabajo, hicimos cuatro agujeros en la tierra blanquecina, fina y suave. Los rellenamos de suaves hojas de roble para esta noche dormir a gusto. Antes de subir al bunker cruzamos un río. Decidimos bajar a quitarnos todo el polvo de la arena. Lavamos la ropa y después nos metimos en el río. Pises donde pises saltan ranas a todas direcciones. Cogimos siete. Salimos del río y recogimos la ropa que se secaba en las ramas de lo árboles. Subimos al bunker y allí nos esperaban Jackie y Sombra que se habían hecho un agujero para ellas.
Encendimos un fuego y asamos las ranas. Cada uno se comió una y media y la última se la dimos a Sombra y a Jackie. Suena el himno y los cuatro salimos corriendo de la cueva esperándonos la cara de la insoportable Laura. No sale su cara. La han conseguido salvar.
-Ya morirá de infección-dice Sandra.
-Nada de eso, los del uno y los del dos tienen muchos patrocinadores, así que…-dice Cristina.
Entramos en la cueva y nos tumbamos en nuestras camas, hablamos sacando diferentes temas de nuestros Ocendistric hasta quedarnos dormidos.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Capítulo 7 -Alicortes



ÓSCAR:
Cuando llegamos al río descubrimos que nuestra nueva aliada ya está allí. Había cambiado sus ropas rotas por unas nuevas.
-¿De dónde las has sacado? –Pregunta Carlos mirándola de arriba abajo.
-Mirad vuestras mochilas, creo que os llevaréis una sorpresa.
Sandra nos metió prisa para abrir las mochilas y descubrimos que todo lo que contenían era ropa nueva. Nos quedamos contemplándola y vimos que era mucho más abrigada e impermeable que la otra.
Nos quedamos sin comida el día anterior y tuvimos que ponernos en marcha hacia el molino.
-¿Seguro qué serás capaz de matar a los zorros? –Me pregunta Cristina riéndose.
-Si...
Hicimos el resto de camino en silencio y Sandra iba siguiéndonos de cerca, pero no se acercaba nada a nosotros. Cristina y Carlos iban todo el camino empujándose y estuvieron a punto de caerse en varias ocasiones, incluso Carlos ya pisó un charco.
Llegamos al molino y vimos a los tres zorros jugando, eran un poco mas grandes que la ultima vez.

CRIS:
Asombrosamente el ratón seguía vivo, y mi gata solo le había echo un par de arañazos.
Cuando vimos a los zorros Sombra se lanzó a por uno y lo atrapó entre sus garras, yo me acerqué y la ayudé a matarlo. Carlos cogió al segundo zorro de las patas traseras y Sandra le dio un golpe en el cuello. Oscar pego un salto y atrapó al tercer zorro entre sus brazos. No pudo hacer otra cosa que acordarse de su hermana.
Estábamos hambrientos pero teníamos que dejar algo para la cena. Nos comimos el que Sandra mató y cargué con el otro.
Íbamos de vuelta al río, Óscar cantando con el pequeño zorro entre sus brazos. Cuando oímos unas voces, parecía que los profesionales estaban buscando algún tributo despistado, pero se encontraron cara a cara con dos chicas y dos chicos cargados de armas, además, íbamos seguidos por el zorro.
No queríamos meternos en problemas así que echamos a correr hacia el norte todo lo que pudimos. Creo que los profesionales ya venían de cacería y estaban cansados, así que tuvimos mucha ventaja y llegamos a la puerta del cementerio del pueblo.
Ya se hacía de noche y Carlos no paraba de temblar.
-Por favor… vámonos… -Rogaba Carlos.
-No, aquí no vendrán. –La voz de Sandra nos sorprendió a todos.
-Nadie en su sano juicio vendría aquí de noche. –Indicó Óscar.
-¡¿Entonces que hacemos aquí?!
-¡Cállate Carlos! Nos quedaremos aquí toda la noche y por la mañana veremos que hacer. –Me ponía enferma que Carlos fuera tan cobarde, estábamos en una arena en la que seguramente moriríamos, y él tenía miedo de pasar una sola noche en un cementerio.




ÓSCAR:
Mientras Carlos y Sandra preparaban un sitio donde dormir y Cristina cerraba las puertas para que Carlos no escapase, yo exploraba una iglesia derruida, el zorro me seguía oliendo e investigando lo que veía. No encontramos nada sospechoso.
Nos reunimos todos en las camas de ramas y hojas, encendimos una pequeña hoguera antes de que se hiciera de noche. Nos calentamos las manos y Cristina sacó el zorro y lo atravesó con un palo para ponerlo en el fuego. Sombra y mi zorro, Jackie, estaban contemplando la comida dar vueltas.
El zorro estaba buenísimo o es que teníamos mucha hambre.
Nos tumbamos en las camas, el fuego se apagó de golpe, sonó el himno. Esta noche no había muerto nadie. El fuego se encendió solo y continuamos hablando.
-¿No os parece extraño que aquí los animales crezcan tan deprisa?
Todos miramos a Sombra y a Jackie y vimos que Sandra tenía razón. Cuando vimos al zorro y a la gata por primera vez eran unos cachorros, y ahora se habían convertido en casi unos adultos.
Nos entro el sueño y se nos cerraban los parpados solos. Lo único que recordamos es a Jackie y a Sombra comiéndose al ratón, no les hemos dado nada de nuestra comida.

CRIS:
A mitad de la noche nos despertó la puerta del cementerio moviéndose. Miramos hacia ella y descubrimos a la chica del 8, Ángela, moviendo rápidamente la puerta e intentando romperla, le gritaba ansiosamente que se habriera. Pero nosotros la cerramos antes de acostarnos.
-¿Qué es lo que pasa? –Preguntó Óscar, que todavía estaba dormido.
-Esa chica esta intentando huir. –Dice Sandra.
Carlos no creo que haya dormido nada en toda la noche y en cuanto oyó los golpes se levantó rápidamente. Ángela no para de gritar y mira para atrás cada dos por tres.
Se gira y dice:
-¡¡Abrir la puerta o todos moriremos!! –Ángela había alcanzado la histeria.
Pega un grito mayor a los otros, y todos miramos a donde ella mira. Pegamos un chillido ahogador. Eran murciélagos, por lo que puede observar.
Oscar y yo nunca habíamos visto nada igual, pues en nuestro ocendistric siempre había electricidad y luz. Por lo tanto no se acercaban nunca por allí.
Sandra los diferenció y gritó su nombre.
-¡Son mutos, se llama Alicortes! Con solo rozarte con las alas te cortarán.
Nos levantamos y salimos corriendo hacia la puerta. Cada corte que me dan los Alicortes es una raja dolorosa, llena de sangre y es un escozor insoportable.
Carlos tira su lanza dando en el candado, la cadena cae y todos salimos corriendo. Observo como Ángela desaparece entre los árboles y nosotros corremos cuesta abajo. Cojo a Sombra y bajo corriendo con Oscar y Jackie.

ÓSCAR:
Tenemos cortes en los brazos y la cara, pero por lo demás nada grave. Jackie salió corriendo hacia el bosque y Sombra se fue a la calle donde estaban los otros gatos. No creo que regresen pero Cristina se empeña en pensar que volverán.
Llegamos de nuevo al río, y vemos que no tenemos la ropa muy rota, además tenemos guardados los abrigos en las mochilas porque hacía mucho calor para llevarlas puestas. La ropa es un misterio para nosotros, no entendemos por qué el Ocentolio nos ha dado ropa de invierno. Cada uno se mete en su cama de juncos y rezamos para que podamos terminar la noche en paz.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Capítulo 6- Agua o Sangre-


 CAPÍTULO 6
   Agua o Sangre

Vamos corriendo y pisando las piedras del camino que hacen que nos torzamos los tobillos. Cuando giramos la esquina vemos en una cuesta a los profesionales, nos paramos, tienen a la chica del nueve, Sandra, cogida de los pelos mirando al cielo con un cuchillo que casi tiene la punta clavada en su cuello.
Los profesionales se quedan mirándonos, tiran a Sandra al suelo la pisan y salen corriendo detrás de nosotros. De inmediato Sandra se levanta del suelo saca el cuchillo, lo tira y atraviesa la pierna de Marco. Cae al suelo. Fernando se para poder ayudarlo a que se levante.
Ya nos han quitado a dos del medio solo nos siguen cuatro.
Nos metemos por una calle que tiene cortinas de colores donde poder escondernos, pero no daba tiempo nos seguían y nos iban a coger en el momento mas inoportuno.
Llegamos al final de la calle, nuestra opción era o subir a la montaña, seguir corriendo  o quedarnos quietos y esperar nuestra muerte. Nos miramos y empezamos a correr por una calle de suelo blanco. ¡Fue donde nos escondimos el primer día, en el tejado! Descubrimos otras cortinas, en ese cruce los habíamos despistado así que nos metimos detrás de las cortinas. Pasaban corriendo y se pararon delante de nosotros.
La gatita de Cris está con medio cuerpo fuera de la cortina y medio cuerpo dentro, por esa razón los profesionales nos encontraron.
OSCAR:
Cuando el chico del nueve, Marcos mete la mano dentro de la cortina lo primero que se le ocurre a Cris es morderle la mano, salimos corriendo de la cortina. Saco el látigo mientras que veo como Carlos tiene a tres encima, a Edu, a Fénix y a Laura.
Le doy un par de latigazos a Marcos en la espalda mientras que Cristina lo sujeta. Fénix se tira sobre mí haciéndome dar un par de vueltas por el suelo. Carlos consigue librarse de ellos y salimos corriendo los tres mientras Fénix grita que Edu se quede con Marcos.
CRIS:
Cuando el chico del Ocendistric 9 va a abrir la cortina pienso que los dedos son un punto doloroso y dañado por el trabajo que tienen los del distrito nueve. Así que le muerdo. Salimos Oscar y yo a la vez y no se que hacer, entonces reacciono tras unos segundos, sujeto a Marcos y Oscar le da un par de latigazos en la espalda cuando Fénix salta sobre mi tirándose hacia Oscar. Me levanto y salimos los tres corriendo calle abajo.
Fénix y Laura aun nos siguen. No se cansan. Carlos se da la vuelta sacrificando su vida y tira el arma hacia Laura, Fénix choca con el y nosotros dos nos paramos en seco. Carlos tira a Fénix al suelo y corre hacia Laura, le saca la lanza del hombro y corre hacia nosotros.
Subimos a la montaña más cercana y nos ponemos a la sombra de un árbol. Sacamos las mochilas y sin comentar nada los tres nos ponemos a comer como si no hubiésemos comido en una semana. Se nos acabó la comida en cinco minutos. Sin decir ni una sola palabra durante todo el camino llegamos al pequeño río donde las camas de juncos estaban rotas y secas. Hay los tres nos quitamos la ropa la lavamos, nos bañamos… después de ese baño nos sentamos a la orilla y nos contamos todo.
-Cuando nos separamos pensé que moriría. -Le digo despistada.
-Yo también, y cuando te perdí  pensé que estabas muerta.
-¿Y como os habéis aliado? -Pregunto con nueva curiosidad.
-Me tiró su cantimplora a los pies.
-Bueno él más bien se estaba muriendo de sed.

Tras la larga conversación nos quedamos a gusto sabiendo lo que le había pasado a cada uno. Nos pusimos a andar otra vez hacia el pueblo. Nos escondimos en un pequeño bosque con un tejado de piedra en el suelo y un canal de agua que estaba seco.
Tras unos días secos el cielo empezó a nublarse a la misma velocidad que cuando el río se congeló. Cuando el cielo se encontraba lleno de nubes empezó a llover. Empezamos a saltar y ha correr dando vueltas en los árboles… pero el agua no era cristalina cada vez era mas oscura, de transparente pasó a amarillenta y de hay a ser algo anaranjado y por ultimo rojo. La felicidad y la sonrisa se borro de nuestro cuerpo y cara. Carlos levantó la cabeza y dijo con voz temblorosa:
-Es sangre.
-¿Como lo sabes? – Pregunta Cristina-
-Porque sabe a sangre.
-El Ocentolio intenta quitarnos la felicidad. – dice Oscar –
Las gotas deshacían nuestra ropa y la teñían de rojo.
OSCAR:
La ropa se deshacía cada vez que las gotas la tocaban. A mí me empezaban a hacer daño, me di cuenta de que ¡era acido! Lo grité. Las gotas eran cada vez mas grandes hasta que cada una que te tocaba te hacía una herida del tamaño de una uña.
CRIS:
Las gotas me daban fuerte en la cabeza deshaciéndome y quemándome la ropa, haciéndola agujeros inmensos que dejaban al descubierto mi piel. De repente escucho el grito que dice ¡Es acido!
Los tres corremos de un lado para otro sin saber que hacer. La pequeña gata de Cris está sufriendo con cada gota que le da en el cuerpo y Cris la coge para taparla con lo que queda de su chaqueta. Carlos nos grita que a la cornucopia nunca le pasa nada. Salimos corriendo cuesta arriba hasta llegar a la plaza. Podemos observar unas figuras que nos miran y que están dentro de la cornucopia. Los árboles se rompen a nuestro alrededor y parece que se caen encima de nosotros.
Llegamos a la cornucopia con la ropa totalmente rota y la piel quemada y llena de agujeros. Después de medio minutos aparece la chica del nueve corriendo hacia nosotros gritando de dolor. Cuando llega cae al suelo traumatizada, la tormenta la ha pillado lavando su ropa, tiene los pantalones puestos y lleva la camiseta, la chaqueta, la mochila entre sus brazos.
Me extraña que los profesionales no nos ataquen aquí dentro.
Se escuchan unos gritos. Son uno femenino y otro masculino. Todos pensamos en Aitana y en Álvaro pero todos nos sentimos atraídos hacia fuera, ¡eran los del diez! Ellos están muertos, sonaron sus cañonazos. Salieron sus caras en el cielo aquella noche. ¿Cómo es posible?
La chica llegó a la cornucopia y el chico gritaba tirado en el suelo mientras las gotas le deformaban la cara y el cuerpo. La chica del diez miró hacia fuera y salio corriendo en busca de su compañero. Coge su brazo se lo pasa por el cuello y lo lleva hasta la cornucopia.
Esta vez en dirección contraria si que eran Aitana y Álvaro. Se habían vuelto a aliar. Álvaro parecía más fuerte y Aitana seguía igual. No aparecían ni Paula del seis ni Lorena del cuatro, todos las tomábamos por muertas.
Una vez que todos estábamos en la cornucopia el agua empezó a hacerse transparente de nuevo. Edu saco la mano y grito: ¡es agua normal!
Todos salimos corriendo sacando nuestras armas la primera flecha que vimos fue la que atravesaba la cabeza del chico del diez.

OSCAR:
Tras ver la flecha que atravesaba la cabeza del chico del diez fue ver a Sandra rajar la pierna de Fénix y llevarse su mochila. Saco los cuchillos y empiezo a rajar a todo el que me encuentro. Veo a Carlos con Fer peleando a muerte. Algo me tapa la vista. Es Edu, su altura hace que me sienta bajo. La altura que alcanzo es su pecho y lo que hago es sacar el látigo y atarle las piernas. Cae al suelo dándose en la cabeza con una piedra. Cojo el cuchillo y se lo clavo tal y donde se lo clavó Sandra a Marco cuando la salvamos la vida. Edu se desata el látigo y me tumba en el suelo boca arriba sujetándome los brazos y las piernas para no moverme. Saca su espada y la deja en el aire cuando veo que Aitana le ha clavado una daga en la espalda. Suelta la espada y veo que va a atravesarme la cabeza así que le doy una patada a Edu en la espalda y me muevo medio metro a croqueta para esquivar la espada. Edu se quita el cuchillo y se lo tira a Aitana. No veo si la da porque escucho el grito de Cristina que grita mi nombre y el de Carlos. Esta tirada en el suelo señalando al árbol de la plaza que cae hacia nosotros. En este momento todos dejamos de luchar y empezamos a correr hacia los lados. El árbol choca contra el frontón rompiéndolo en pedazos. Las piedras caen encima de nosotros como una gran lluvia. Me levanto. A Edu no se le ha olvidado el latigazo de las piernas así que salgo corriendo y me junto con Carlos. Viene Cristina y una vez que estamos juntos salimos corriendo hacia las montañas.
CRIS:
En cuanto la flecha atravesó la cabeza del diez vi una raja en su brazo. Me incliné para verla. Los del diez se rajaron el brazo y por eso sonaron los cañonazos. El localizador sin los latidos no funciona y lo toman por muerto. El Ocentolio se dio cuenta tarde así que creo que lo dejaron como ellos querían pero si uno de los dos gana les harán algo a sus familias. Los mataran a base de latigazos, tortura…
De repente algo me da fuerte en la espalda. Me giro y veo una piedra, fijo la mirada hacia delante y veo la cara de Laura a diez centímetros de la mía. Se tira sobre mí intentando clavarme un cuchillo en la cabeza, pero el sonido que suena y retumba en mi oído, y al parecer también en el de Laura hace que nos demos la vuelta. Laura se va corriendo hacia Fénix. Rápidamente aviso a Oscar y a Carlos con un solo grito que basta para que se giren.
El árbol choca contra el frontón rompiéndolo en grandes pedazos que caen al suelo. El árbol rueda hasta caer al suelo. Las ramas caen encima de mí dándome grandes latigazos en la espalda. Intento salir de rama en rama hasta que lo consigo. Veo que Oscar y Carlos ya se han juntado así que corro hacia ellos. Salimos los tres corriendo al mismo sitio donde nos pilló la tormenta.
Ya en calma nos vamos de caza, Carlos con sus lanzas, y Cristina y yo con los cuchillos. En ese trayecto conseguimos dos ardillas, un gorrión, huevos de golondrina y un ratón que tendremos como mascota para que Sombra se entretenga.
Cenamos en el bosque, sentados en unas piedras colocadas, como si aquí alguien hubiese querido construir algo en el pasado. Una vez que hemos acabado los tres nos vamos a por juncos, les arrancamos las raíces mojadas y con las hojas destrozas por el acido hacemos unas grandes camas. Nos sentamos en ellas y esperamos a que suene el himno. Solo han muerto los del diez.
-Pero si no aparecieron las chicas del cuatro y del seis.
-Y tampoco la del ocho ni el del siete.
-No me lo explico.
-¿Cómo habrán sobrevivido?
-Es imposible sobrevivir bajo esa lluvia de acido.

Al día siguiente nos despierta la voz de Claudius Templesmith que nos informa que al atardecer habrá un banquete en la Cornucopia.
Nos miramos interrogantes.
-Oscar, podemos hacer el plan que hizo tu hermana. -No quiero levantar sus recuerdos, pero su plan nos viene muy bien.
-¿Escondernos en la cornucopia? No creo que sea buena idea.
-Es fantástica- dice Carlos.
-¿Si?- pregunta Oscar.
-Bueno… si nos escondemos los tres seguramente nos acabaran encontrando así que tendrá que ir el mas rápido.- Dice Cristina.
-O que se meta Oscar. Ya que vamos a usar el método de su hermana.- Dice Carlos.
-No, me meteré yo.
-¿Cris? -Me dicen Carlos y Oscar a la vez.

Estamos en la calle y se despiden de mí, mientras salgo corriendo y me meto en la cornucopia.  
Me siento agobiada metida en un sitio sin salida. En cuanto salga la mesa tengo que salir corriendo y llevarme lo mío, lo de Oscar y lo de Carlos sin que me den. Creo que ha nadie se la ha ocurrido este plan.
Escucho unas pisadas que se acercan corriendo. Y de repente de entre uno de los lados de la cornucopia sale Sandra. Ella me mira e intenta darse la vuelta pero le agarro del brazo. -Cuando salga la mesa cada una coge lo suyo y se va por su cuenta. -La digo mientras me mira. Sandra asiente y esperamos.
Pasan unos minutos más y se me ocurre algo, ella siempre está sola pero sigue viva.
-Oye Sandra... ¿Te quieres aliar con nosotros?
Espero que ella diga que no, pero me sorprende cuando esboza una gran sonrisa y dice:
-Por supuesto.
Es la primera vez que oigo su voz y la verdad es que resulta agradable escuchar otra voz femenina, que no sea la de Aitana o los gritos violentos de Laura.
No tenemos que esperar mucho más, ahí está la mesa desplegándose hacia arriba desde el suelo. Salgo corriendo con Sandra. Ella coge lo suyo y se va. Cojo el mío el de Oscar y el de Carlos, que no me cuesta nada ya que están juntos.

OSCAR:
La espero impaciente esperando no oír el cañonazo que daría fina la vida de mi mejor amiga. Sale la mesa y hay veo salir a Sandra seguida de Cristina. Cristina coge los tres y se acerca a nosotros.
Salimos corriendo con ella hacia las camas de juncos que nos esperan para abrir las mochilas.
¿Qué será?