miércoles, 26 de junio de 2013

Capítulo 20 -¿No se dieron cuenta?-

Los dos cañonazos sonaron, uno detrás de otro.

CRIS:
Corremos lo mas deprisa que podemos con Laura, Fénix y Marcos a nuestras espaldas.
Nos paramos los siete de golpe al ver los cuerpos con la gran mancha roja a su alrededor.
Aparto la vista de inmediato y la dirijo hacia Oscar que mira a Fer y a Carlos con pena.
-Se habrán divertido ¿no? –dice Sandra.- vámonos.
Al darnos la vuelta Laura, Fénix y Marcos bajan la calle andando a paso ligero.
Álvaro gira el cuerpo de Carlos y Óscar lo rodea de piedras blancas.
-¿Por qué no flores y setas? –pregunto.
Él no me contesta.
-¿Por qué no flores y setas? –repito.
-No quiero volver a repetir el mismo error que cometí con Paula. –dice serio mirando la piedra que coloca en el hombro. – ya sabes… con las setas…
-Si entiendo. –digo.

OSCAR:
Dejamos el cuerpo de Carlos rodeado de blancas y rosadas piedras y caminamos cuesta abajo con la cabeza gacha.
Miro las piedras de la carretera cuando Sandra se pone a mi lado y camina junto a mí.
-Dos menos. –dice Álvaro.
-Y uno de los nuestros. –digo.
La sonrisa desaparece de su cara y seguimos bajando con cautela por la carretera. Nos metemos en un camino de tierra y andamos en fila de dos, Cristina con Álvaro y Sandra conmigo.
Álvaro pasa el brazo por encima de los hombros de Cristina y empieza ha hacerle cosquillas. Ella hace lo mismo.
Antes de llegar a lo que nosotros hemos llamado poza Cristina salta para esquivar la mano de Álvaro y sale disparada hacia delante como una bala. Corremos hacia ella y nos agachamos para ayudarla a levantarse.
Le doy la mano para ayudarla y ella la acepta. Primero dobla las rodillas con cuidado y después se impulsa con la mano libre para poder levantarse. Le agarro de la cintura y nos sentamos en el borde de la arena.
-¿Cómo conseguiremos agua? Moriremos enseguida sin el río a mano. –dijo Sandra de inmediato.
-Somos cuatro… tenemos una botella y media… no, no duraremos. –dijo Álvaro.

CRIS:
De regreso al pueblo en la última cuerva Aitana salta encima de mí con cuchillo en mano.
Intento esquivarla pero el gran pinchazo en la espalda hace que no pueda manejar mis articulaciones, la rodilla de la pierna derecha cae en el suelo sosteniendo mi cuerpo cinco segundos; después los brazos caen hacia delante y mi cuerpo los sigue hasta estar totalmente tumbada en el suelo.
Solo siento las manos de Óscar dándome en la cara y sus gritos.
-siga hay, no me valla, ¡Socorro! ¡Socorro!
Después dejo de escucharle, dejo de sentir las piedras en mi espalda, los golpes en mi cara. Solo veo un cuchillo caer a mi lado.


-¡Cristina! ¡Cristina! –dice Sandra en voz baja.
-No veo. –consigo susurrar.
-¿Qué?
-¡Que no veo!
-¡Venid!
Escucho pasos que se acercan a paso ligero.

OSCAR:
Sandra mantiene la cabeza de Cristina sobre sus manos con delicadeza.
-¿Qué pasa? –pregunto.
-No ve.
-¿Y eso?
-Ya sabéis, se ha quedado ciega.
-¡Imposible! –dice Álvaro. –le ha clavado el cuchillo en la espalda.
-Dejadme a solas con ella. Quiero hablar.
Álvaro y Sandra salen por la puerta.
Cojo a Cristina por los hombros y la siento junto a la ver.
-¿Cómo estas? –pregunto.
-Anda, pero si me hablas, esto es nuevo.
Suspiro.
-En serio. –digo.
Ella echa la cabeza hacia atrás y la apoya en el radiador.
-Bien. –dice.
-Siento lo de la…
-No pasa nada. –me interrumpe. – ¿Por qué has estado ignorándome?
-No puedo decírtelo.
-¿Cuál es la razón?
-Emm…
-¡Dímelo!
-Sandra y yo… Sandra y yo… vamos a… a… intentar sacarte de aquí con vida. –consigo decir. – me refiero a que… tú serás la ganadora de este año. Me sacrificaré por ti.

CRIS:
Esas palabras llegaron al corazón. Por un momento me dieron ganas de abrazarle, pero yo, fuera, sin él… no podría. Eso me llenó de malos sentimientos y disparé mi ira contra él. Mi mano fue directa a su cara y el sonido del golpe hizo que se me revolvieran las tripas.
-¿De que vas? ¡Te crees que voy a salir de aquí sin ti!
-¿Cómo has sabido donde estaba mi cara? –preguntó.
-No estoy ciega Óscar, solo era para poder hablar contigo, no me lo habrías dicho tan a la ligera. –grité. – no he estado ciega en ningún momento.
-Has conseguido engañarme.
- Si. –dije. –Ha y… desde hace tres días, Aitana ha estado aliada con los otros tres.
Salí de aquella casa tan acogedora dando un portazo. Sandra y Álvaro me miraron y se acercaron corriendo.
-¡No me toquéis! Sobre todo tú. –dije señalando a Sandra.

OSCAR:
Me levanto con la cara roja del golpe y hago lo mismo que ella. Salgo deprisa, pero sin dar portazo.
-¿Qué le pasa? –preguntó Sandra.
-Mejor, ¿Cómo se ha recuperado tan rápido? ¿Eres… brujo o algo? –preguntó Álvaro. –Además, en el Ocendistric 5 sois la mayoría pelirrojos. Y a los pelirrojos se les consideró como brujos.
-Tú hermana por ejemplo. –dijo Sandra de repente. –no me refiero que tu hermana sea bruja sino que es pelirroja.
-Prefiero no hablar de mi hermana.
-Si claro. –dijeron a la vez.
Después de esa conversación sin sentido Álvaro volvió a preguntar:
-¿Qué la pasa?
-No ha estado ciega. Lo ha fingido para poder estar a solas conmigo.
-¿Se lo has dicho entonces no? –preguntó Sandra. –habrá que dejarlo.
-¡Ni de broma!
-¿De que habláis? –preguntó Álvaro.
-Nada, cosas nuestras.

CRIS:
Me siento bajo la sombra de un alto y robusto árbol con las piernas encogidas y los brazos rodeándolas. Con esa postura la reciente herida de la espalda pega unos cuantos pinchazos que me resultan la mar de molestos al principio, después dejé de sentirlos. Bajo la cabeza y la meto entre las rodillas. ¿Por qué ha hecho eso? ¿Por qué quiere salvarme a mí y no así mismo? ¿Pensará que su hermana ya está muerta y que no importa que él muera? Retiro ese último pensamiento de la cabeza ya que me parece una crueldad y una injusticia pensar de ese modo.
Escucho un sonido sordo a mis espaldas. Me giro para ver que es y por sorpresa Sombra juguetea con una pequeña piña. Le cojo mientras estiro las piernas y después lo deposito encima de estas.

OSCAR:
Los tres miramos la cuesta por donde se ha ido corriendo Cristina.
Un sonido suena en mi cabeza constantemente. Me giro y veo a los dos buscando lo mismo.
-¿Qué es? –pregunta Sandra.
Seguimos mirando y buscando el pequeño silbido.
-Son avispas. –dijo Álvaro. –miradlas dijo mientras cogía una piedra para airárselo al avispero.
-¡No! –grité.
Pero la piedra atravesó el panal y un montón de pequeños puntos revolotearon en torno a él.
-¡No son avispas, son ocenvispulas! ¡Corred!
Empezamos a correr cuesta abajo.
-Al río. –grité.
-¿Qué río? ¡Ya no hay río! –contestó Sandra.
-Entonces seguid corriendo.
Las ocenvispulas revoloteaban entorno a nosotros. Contaba los pinchazos que me daban conforme bajaba corriendo.
Uno, dos…
Pisé una piedra y mi cuerpo se tambaleó hacia delante.
Tres, cuatro cinco…
El sonido se escuchaba cada vez más lejos. Pero no podía más. Mi cuerpo calló al suelo con un sordo ruidito. Solo escuche a Sandra gritar que se habían marchado.

CRIS:
Solo quería salvarme, solo quería que yo saliera con vida de aquí. ¿Cómo he podido pegarle cuando él intentaba hacer algo por mí?
Me levanté con rapidez y con Sombra detrás corrí hasta donde los había dejado.
Llamé a aquella casa. Esperé.
-¡Se que estáis enfadados pero abrir!
Seguí esperando.
-¡Lo digo enserio!  
Volví a esperar.
-¡Venga ya!
Nadie abrió así que me subí al tejadillo de la entrada y después pegué un salto y me metí dentro rompiendo la ventana. Todo estaba igual que antes excepto la chimenea que estaba casi apagada.
-¿Dónde están? –susurré.
Abrí la puerta y salí para buscarlos.
Bajé a la cornucopia, después seguí bajando hasta la zapatera, donde Carlos se invento el famoso titulo del libro que iba a escribir Oscar, alas de agua.
-Nada. –volví a susurrar.
¿Si me había equivocado y esos gritos fueran suyos? ¿Si alguno ha muerto? No, muertos no están, habría sonado el cañonazo.
Seguí andando a paso ligero hacia el bunker.
El suelo que antes era una carretera bien asfaltada ahora estaba cubierta de tierra y piedras a las que voy dando patas mientras arrastro los pies. En una de esas patadas, la arena que empujé volvió a mí. Miré hacia delante pero no había nadie. Di un paso y luego no vi nada.

OSCAR:
Al abrir los ojos me encuentro tumbado en el sillón de una casa. Sandra y Álvaro delante de mí hablan entre ellos mirándome.
-¡Oh! Al fin te despiertas. –dijo Álvaro. –eres difícil de matar ehh… vas con una herida en el costado, con siete moratones y tres raspones profundos en la pierna derecha, con un agujero de cuchillo en el gemelo izquierdo, con seis picaduras de ocenvispulas y sigues aquí, luchando.
-¿Seis?
-Si, seis. ¿Te parecen pocas? –intervino Sandra.
-No, a decir verdad demasiadas para seguir vivo. –dije.
Me ayudaron a sentarme y después a levantarme.
-Las hojas están asquerosas.
-¿Qué hojas? –pregunté.
-Las que he tenido que morder para ponértelas encima de las picaduras.
-A gracias. –digo mientras las tiro al suelo.
-Nada.

CRIS:
Levanto la cabeza con cuidado del suelo.
-El límite. –susurré.
Esta mañana el límite estaba más alejado del pueblo. ¿Cómo puede estar ahora mas cerca?
Camino de vuelta al pueblo cuando escucho unos pasos que se acercan corriendo. Me meto debajo de unos arbustos y veo a Laura, Fénix, Aitana y Marquitos corriendo  hacia el límite.
Sabiendo lo que va a pasar salgo a la carretera llena de tierra y veo a Aitana y Fénix salir volando por los aires a la vez que Laura y Marcos se paran en seco. Me reí hasta estar tirada en el suelo y ellos me miraron, me escucharon.
Empecé a correr con Laura tirando cuchillos a mis espaldas, intentando alcanzarme con alguno.
Corría hacia la plaza a toda velocidad para que no me alcanzaran. Allí quietos en una ventana habían tres puntos que se convertían en manchas, después en figuras y por último lo identifiqué; Óscar, Álvaro y Sandra. Seguí corriendo.
Cuando estaba llegando ellos se alertaron de los profesionales de detrás. Cuando pasé al lado de Sandra que intentó cogerme olí el sudor de los tres.

OSCAR:
Se pararon de sopetón al vernos y se dieron la vuelta cuando un pequeño sonido nos llamó la atención a todos.
AGUA.
Los pasos de Cristina se pararon, Laura se petrificó con el cuchillo en la mano, Fénix se paró con Marquitos de inmediato y Álvaro, Sandra y yo nos pusimos de puntillas para ver por encima de sus cabezas.
Los pasos de Cristina volvieron a escucharse, ¿Preferiría morir de sed que con un cuchillo? ¿Quería alejarse de mí? ¿No quería volver a hablarnos?
Pero de repente una figura a mi izquierda apareció corriendo con una cantimplora en la mano. ¡Cristina!
Puso la botella bajo el pequeño chorro de agua mientras nosotros seguíamos embobados con el  precioso sonido de las gotas hasta que el sonido de un objeto metálico sonó contra una pared.
Despertamos de ese trance.
Cristina salio corriendo cuesta abajo y todos corrimos a la pequeña fuente donde se desenvolvió una batalla.
Álvaro saltó encima de Fénix y Laura encima de Sandra. Marcos y yo nos peleábamos por conseguir un poco de agua que llevarnos a la boca.
Él puso su botella bajo el chorro pero yo se la quieté y puse la mía.
Cuando Laura empezó a hablar todos la miramos.
-Nosotros somos profesionales, merecemos ganar, nos presentamos voluntarios todos los años para honrar a nuestro Ocendistric, nos jugamos las vidas. –dijo acorralada por el árbol que tenía a la espalda y por Sandra.
Mi cantimplora se lleno al tope y la guarde en la mochila mientras ponía otra sin que marcos se diera cuenta.
-¡Astuta hija de puta! –gritó Sandra mientras sacó el cuchillo de su cinturón y se lo metió por la boca.
Vomité en el suelo y eso le llamó la atención a Marquitos que se dio la vuelta y me dio en la cara.
Cogí la cantimplora y me puse al lado de Álvaro y Sandra.
Laura estaba clavada en el árbol por un cuchillo que tiene en la boca. Depie. Fénix se acerca a ella con cuidado y Marquitos la mira fijamente.
-¡Pudríos en el mismísimo infierno! –gritó Fénix.
Nosotros salimos corriendo.

CRIS:
Me senté en la montaña para ver el agua que había conseguido cuando un zumbido me alertó. Giré la cabeza hacia atrás y en los tres grandes árboles los vi; cinco grandes enjambres de Ocenvispulas colgaban de las ramas. Baje la colina sin hacer el más mínimo ruido.
El cielo empezó a oscurecerse y el frío empezó a apoderarse de mi cuerpo.
Me subí a un árbol.
-Aquí se estará bien. –me dije a mi misma.
Me senté en la rama más gorda y me até con una cuerda al árbol.
-¡Así! –exclamé.
Deje la mochila colgando de una rama rota y apoyé la cabeza en el tronco del árbol.
-Que bien. –susurré.
Después me dormí.

OSCAR:
Nos encontrábamos sentados bajo el cielo oscuro.
-¿A que venía en insulto? –pregunté.
-Fénix y Marcos habían hecho un pacto para morir ellos antes que laura; se sacrificarían por ella pasara lo que pasara. Cristina también lo sabía.
¡Cristina!
Me había olvidado totalmente de ella. Al estar corriendo durante media hora la adrenalina había podido conmigo. Apenas habíamos bajado el ritmo y tenía las piernas doloridas, destrozadas, casi desgarradas, los músculos estaban tensos y me tiraban.

CRIS:
El frío corría por mis venas con violencia y forcejeando para poder congelarme. Deshice el nudo de la cuerda y mi cuerpo resbaló por la rama y cayó al suelo.
Levanté la cabeza y empecé a caminar despacio, bamboleándome de lado a lado como el mentor del Ocendistric 11.
-¿Qué me pasa? –susurré. -¿Porqué me muevo de lado a lado?

EDWARD:
-Es necesario Cece. Se está muriendo de hambre y de frío, solo tiene una pequeña cantimplora.
-No Edward. –dijo ella con severidad. –no pienso darle nada, absolutamente nada para salvarle la vida.
-Cece, esa chica va a morir por el frío, eso no le gustará a los espectadores.
Ella se paró de inmediato y se giró lentamente.
-Para empezar tú no me darás órdenes, pero tienes razón, es una muerte muy simple, el Ocentolio necesita un buen espectáculo. –dijo. –vale, puedes enviarle algo.
-Eso mismo venía a decirte, solo quedan siete y los productos son muy caros.
-entonces yo pagaré el producto a que me sale gratis.


CRIS:
Mis oídos percibieron un pequeño sonido. Levanté la cabeza y vi un gran paracaídas plateado colgado de una baja rama. No me tuve que estirar para cogerlo porque llegaba a él.
Abrí la caja deprisa y corriendo con grandes ansias de saber lo que había dentro. Un saco a mi medida.
Me puse bajo un árbol y me metí dentro con cuidado. Dejé la mochila a mi lado y metía a sombra conmigo.
Esta vez dormí genial.

Abrí los ojos poco a poco, el sol me deslumbraba. Oscar estaba mirándome, delante de mí. Me levanté sobresaltada y salí del saco empujando a Sombra había fuera, Jackie movió la ancha cola de zorro y se pusieron al lado.
-Hola. –dijo Sandra.
-Hola. –Contesté. -¿Qué hacéis aquí?
-¿Prefieres estar sola? –preguntó Oscar.
-No que va, es que…
-Es que… –dijo Álvaro
-No hay ningún es que no se porque he dicho eso. –dije.

OSCAR:
Cristina recogió su saco y lo metió en la mochila, después empezamos a caminar con rapidez.
Caminamos por la calle donde Cristina se encontró a Sombra, más bien donde Sombra encontró a Cris.
Un sonido agudo volvió a sonar. Esta vez iba por el suelo, no eran ocenvispulas. Nos giramos todos de sopetón al escuchar que se acercaba y hay lo vimos, una serpiente de cuatro metros de largo yacía en el suelo, mirándonos. Empezó a desenroscarse y nosotros a correr con ella reptando detrás.
-¡Seguid seguid! –gritaba Sandra que iba la última.
Mi herida del costado empezó a abrirse de tanto moverla y ejercitarla.
-¡Corred corred! –volvió a gritar. –se está acercando.
Saqué mi último cuchillo del cinturón y me paré en seco, lo lancé y atravesó el cuello de la gorda y grande serpiente blanca de manchas amarillas. Volví y saqué el cuchillo del cuello de la serpiente.

CRIS:
Cogí la serpiente y la enrosqué entorno a mi cuello.
-¡Pesa! –grité.
-espera te ayudo. –dijo Álvaro.
-gracias.
Llevamos la serpiente entre los dos. Dimos nueve pasos, contados, y aparecimos en la plaza. La fuente estaba desierta, solo caía un fino chorro, como un hilo. Corrimos todos a la vez hacia el chorro con la cola de la serpiente arrastras. La dejamos en el suelo al lado de la fuente y sacamos nuestras cantimploras.
-¿Qué es eso? Preguntó Óscar.
Todavía no me hablaba con él pero lo que señaló me llamó la atención.
Quitamos la tapa de hierro y debajo encontramos unas manecillas. Él las giró con rapidez y de la fuente salió un chorro enorme. Todos pusimos las cantimploras, primero Sandra, luego Álvaro, después yo y por último Oscar. Después apagamos la fuente y lo tapamos para que Fénix, laura y marcos no pudieran beber.
Se escucharon unos gritos.

OSCAR:
Marquitos, Laura y Fénix aparecieron corriendo con unos tigres peludos y blancos que corrían detrás de ellos.
Nosotros echamos a correr velozmente cuesta arriba por una calle de suelo blanco.
-No nos han visto. –dijo Cristina.
-Puede que ellos no pero los mutos…
-¿Qué mu…? –me paralicé al verlos en el tejado, estos eran igual solo que cada uno de un color, uno blanco, otro anaranjado y otro mas oscuro el que el último.

CRIS:
Álvaro empezó a moverse.
-Chsss… -dije. –no te muevas.
-¿Por qué? -preguntó él.
-Si no nos han atacado todavía es por una razón. –prosiguió Sandra. –solo responden al movimiento.
-Al sonido no por lo que se ve. –dijo Álvaro.
-No, al sonido no responden. –dije.
Los mutos desaparecieron en el tejado.
-¡Ahora! –dijo Álvaro.
-No, podrían volver. –dije.
Me pareció raro que Oscar no hubiera participado en la conversación.
-¿Oscar? –pregunté.
-Se ha ido. –dijo Sandra.
-¿¡Qué!?
-¡Si ahora! –grité.
Al llegar al cruce miré a todos lados pero no le veía.
Algo cayó detrás de mí.
-Si, los del Ocentolio son muy inteligentes. –dijo.
Me alegró volver a escuchar su voz.
-¿Qué quieres decir? –preguntó Sandra.
-Han hecho mutos del mismo aspecto pero cada uno es dirigido por un wentido, unos por el sonido y otros por el movimiento.
Una hormiga del tamaño de mi dedo meñique cruzó delante de mí.
-¿Por qué es todo tan grande? –pregunté.

OSCAR:
-Venid. –dije.
Ellos me siguieron a paso ligero y les llevé hasta la iglesia. Nos sentamos delante de la puerta y les dije:
-¿Nos os parece que este año falta algo?
Ellos se quedaron inmóviles durante un buen rato.
-No.
-Pensad. –volví a decir.
Sandra abrió la boca para hablar pero volvió a cerrarla.
-No, no falta nada.
-pensad… -dije alargando la a.
Ellos me miraron con cara de pocos amigos.
-Estamos en los 45º Ocen Games ¿Qué creéis que falta?
Ellos volvieron a mirarme con la misma cara.
-¡De verdad no lo sabéis! –grité.
-No. –contestaron a la vez.
-Pues… estamos en un… vasallaje.
-¡Que! –gritó Cristina.
-Claro, el vasallaje se celebró en los 15º, en los 30º y ahora en los 45º. Cada quince años.
-Y además están haciendo un recordatorio, en los 15º hicieron mas pequeña la arena y quitaron el agua, y en los 30º todo eran mutos y ocenvispulas.

CRIS:
-Es verdad, ¿como no e podido caer en ello? –dije.
-¿No te sonaban los mutos? –dijo Oscar. –los tigres de colores, las hormigas del tamaño de nuestro dedo, las serpientes Debuissies…
-¿Y las hormigas son rápidas? –preguntó Álvaro.
-Si, demasiado.
-Pues a correr se ha dicho. –dijo. -mirad hacia atrás.
Hicimos los que nos dijo y nos levantamos de inmediato al ver a las grandes hormigas moverse en nuestra dirección. Eran tantas que alguna se subía encima de otra. Van por las paredes y tejados de las casas.
Empezamos a correr de inmediato, Sombra y Jackie los primeros.
-¡Van a alcanzarnos! –gritó Óscar.
-¿Cómo es posible que sean mas rápidas que las Debuissies? –preguntó Sandra.
Nadie contestó a esa pregunta, pues nadie sabía contestarla.
-Estas hormigas repelen las setas con las que murió Paula. –grité.
-La arena es pequeña, las setas estarán fuera.
Tontos.
-Al lado de la Cornucopia están esas setas.
Todos corrimos hacia la cornucopia con velocidad.
 Íbamos callejeando, algo que no nos daba ventaja porque las hormigas iban en línea recta atajando, subiendo y bajando paredes y casas.
Cuando llegamos a la cornucopia, saltamos las setas que hacían un círculo en torno a ella. Las hormigas se acercaron pero se pararon de repente al estar cerca de las Craterellus cornucopioides.

OSCAR:
Fénix y Marcos corrían a toda velocidad para que no se les subieran las hormigas encima y saltaban encima de ellas aplastándolas con brutalidad para poder llegar a la cornucopia.
Cristina dio un paso adelante cuando Marquitos entró en el círculo y tiró la pesada y gorda Debussy con fuerza encima de Fénix, que cayo al suelo con un sonido sordo.
Él apartó la Debussy pero ya era tarde, empezó a gritar como loco y a moverse rápidamente. Las hormigas del tamaño de mí meñique se metían por la boca de Fénix. Las demás escucharon los gritos y todas arrastraron el cuerpo hacia su hormiguero.
Marquitos salió corriendo con Aitana que se había subido a un árbol.
-Parece que las hormigas han estropeado su plan. –dijo Álvaro.
-Sigámoslas. –dije.


CRIS:
Seguimos a las hormigas con cuidado, escondiéndonos de ellas tras árboles, casas, muros, arbustos…
El cuerpo de Fénix estaba casi desnudo al haber sido arrastrado y mordisqueado.
-Por suerte no se le ve nada. –dije.
Todos se rieron de mi broma.
Cuando las hormigas torcieron la esquina corrimos hacia ellas.
Agonizaban todas en el suelo retorciendo las patas y las antenas, moviéndolas de lado a lado.
El cuerpo de Fénix yace en el suelo.
-Han venido los del Ocentolio a recoger el cuerpo. –dijo Sandra. -Alejémonos, para cuando el cuerpo desaparezca las hormigas volverán a caminar.
Nos alejamos despacio.
*Cañonazo*
El Aerodeslizador recogió el cuerpo con delicadeza y desapareció.

Nosotros volvimos de regreso a la gran casa en la que ayer estábamos alojados. Me tumbé en un sillón y cerré los ojos, Oscar, Álvaro y Sandra hicieron lo mismo.

martes, 21 de mayo de 2013

Capítulo 19 -A mí Nadie me Mata-



CRIS:

Hoy nadie tenía ganas de llorar, yo ni siquiera podía derramar una lágrima.

Estábamos alerta todo el día, no habíamos dormido ni media hora seguida, pues todos sabíamos que las pesadillas nos acechaban al cerrar los ojos.

-Deberíamos ir al río, casi no nos queda agua. –La voz de Sandra nos sobresaltó a todos y sin decir ni una palabra nos levantamos mecánicamente del suelo y empezamos a andar.

Hubo un momento en el que mi mirada se cruzó con la de Óscar, pero él la aparto al instante. No quería admitirlo, pero me hizo daño que lo hiciera. Estas horas él había estado distante, como si no quisiera saber nada de mí, y eso yo no quería que ocurriese.

Sobre todo ahora, cuando teníamos que estar más unidos que nunca. Según todo lo que tenía planeado conseguiría llegar hasta el final. Mataría a los demás, por muy duro que pueda ser, por mucha sangra fría que haya que tener, aunque la conciencia me mate en mi última noche. Pero sea como sea... Óscar será el vencedor.

-Se nos hará de noche antes de llegar. –Sandra volvió a meternos prisa por enésima vez.

Pronto empezamos a andar tan deprisa que casi corríamos, podía oír nuestras pisadas en el suelo de piedra. Un aire húmedo llegó a mi rostro minutos después y supe que habíamos llegado.

-¿Dónde está el agua?

Miramos extrañados a Álvaro, que iba el primero. ¿Cómo que dónde estaba el agua? ¿Acaso él no sentía la humedad?

Nos asomamos a donde él miraba y no vimos nada, nada, sólo lo que parecía un espejismo. Carlos se agachó y cogió una piedra del tamaño de su puño y la lanzó hacia el agua. Unos segundos después la piedra regresó con más fuerza de la que había sido enviada. Dio a Carlos, que se quedó totalmente quieto, y luego cayó al suelo.

-¿Pero qué...? –Mi voz salió un poco estrangulada y tosí para despejar en nudo de mi garganta.
-Es una barrera, el límite de la arena.
-No, eso es imposible, Álvaro.

Era lógico que Sandra no le creyese, incluso a mí me costaba, pero estaba claro que era eso lo que pasaba.

Miramos a Carlos, que seguía incómodamente petrificado en su sitio. Se agachó y volvió a coger la piedra. La lanzó unas cuantas veces al aire y luego la volvía a coger con la misma mano. Echó su mano hacia atrás y luego la piedra se alejó de él a mucha velocidad. Volvió el doble de rápida, los pies de Carlos se desplazaron hacia la derecha justo a tiempo para que la piedra no le diese.

-Un segundo y medio.
-¿El qué?
-Un segundo y medio –volvió a repetir Álvaro-, es lo que ha tardado la piedra en regresar.
-¿Cómo...?
-Ángela me enseñó.

Ninguno de nosotros dijo nada más, todos captamos sus palabras dañadas.

-Tendremos que buscar otro río, -Óscar empezó a andar antes de terminar de hablar - en marcha.

Todos le siguieron, pero yo me quedé atrás, sin moverme de mi sitio.

¡Muévete! ¿Qué te ocurre?-dijo mi parte lógica, la que no estaba dañada después de todo lo pasado.

Espera... espera...

Hice caso a la segunda voz, aquella que me decía algo incomprensible.

Sentí la presencia de alguien antes incluso de verla. Aitana apareció por el camino contrario al que se habían ido los demás. Venía medio corriendo y se paró de golpe al verme, su ojo derecho estaba cerrado y la sangre le cubría media cara. Estaba herida, alguien la habría lanzado un cuchillo y la había hecho una buena raja encima de la ceja.

Su cara mostró sorpresa, pero la tapó con una sonrisa que me dieron ganas de vomitar. Me planteé si matarla, ¿para qué esperar más? Miré su arco enganchado a su espalda, estaba segura de que no tendría tiempo de lanzarme una flecha antes de que mi cuchillo cortara su cuello.

-¡Cristina! –La voz de Sandra estaba cerca, puede que a la vuelta de la curva de arena.

Aitana y yo habíamos dirigido nuestra mirada hacia la voz, y cuando volvimos a conectar nuestros ojos fueron mis labios los que formaron una sonrisa. Dirigí el pie derecho hacia delante y golpeé el suelo con fuerza como si fuera a correr a por ella. Aitana no se lo pensó dos veces y echó a correr.



Dos horas después no habíamos logrado encontrar ninguna otra fuente de agua, y la nuestra ya se había agotado.

-Tengo sed... –dijo por tercera vez en dos minutos Carlos.
-Deja de pensar en ello –le corté-, no duraremos mucho en este estado.
-¿Y qué pretendes que hagamos? –Álvaro se puso en frente de mí y me plantó cara.
-¿Te crees que he sido yo la que ha hecho todo esto? –Parecía que me estaba echando la culpa a mí. –No sé lo que vamos a hacer, pero no nos vamos a quedar aquí tirados todo lo que quede de nuestras malditas vidas.
-Está bien. –Se apartó un poco de mí. –Sandra y Óscar siguen por ahí.

Mi mirada había bajado hasta el suelo, pero en cuanto dijo el nombre de Óscar y Sandra le miré. Ahora que miraba alrededor... ¿dónde se habían metido?

-¿A qué te refieres con por ahí?
-Pues eso, que se fueron en busca de agua y no han vuelto.

Me senté en una roca al lado de Carlos, pero a una distancia para que no me diese con la espada que estaba afilando. Me imaginé a Óscar clavado allí y me levanté de un salto, otra imagen de Óscar atravesado con la lanza de Sandra pasó por mi mente.

-En... en un rato vuelvo.
-¿A dónde vas? –preguntó Álvaro, pero yo ya había atravesado los arbustos que nos rodeaban.

 
ÓSCAR:

Miré desde lo alto del árbol cualquier reflejo que mi indicase que había agua, pero tras cinco minutos allí no vi ni rastro de nada.

-Estamos perdidos –dije mientras bajaba abrazado al árbol.
-Yo no lo creo, todavía nos queda una posibilidad.
-¿A qué te refieres?

Ahora empezaba a ver por qué Sandra me había traído hasta aquí. Estábamos a pocos minutos de donde los profesionales acampaban. Retrocedí varios pasos hacia atrás y me alejé de Sandra.

-Tranquilo, tengo un plan ¿vale?

Sus palabras estaban lejos de evitar que saliese corriendo de allí, donde me esperaba Cristina.

Pero al pensar en eso, supe que tenía que seguir adelante.

-¿Cuál es ese plan?

 
De nuevo, me subí al árbol, el quinto en menos de una hora.

-¿Estás segura de esto Sandra? –pregunté en un susurro.
-Sí, por supuesto. Vamos.

Su voz era demasiado tranquila, pero a la vez me recordaba que me estaba obligando a hacer esto. Yo era el que me obligaba, y cada vez que pensaba en Cristina sentada en el suelo de nuestro campamento, muerta se sed, seguía adelante.

Pronto Fer se puso a mi vista, y luego Laura y Fénix, tumbados debajo de un techo y cogidos de la mano secretamente. Cada vez que Fer salía de mi vista, y no podía verle a través de las hojas del árbol, Fénix besaba a Laura. Yo no sabía si sentir asco o envidia.

Mis pensamientos me hicieron gracia y me tapé la boca para no echarme a reír. ¿Envidia, en serio había pensado en eso? Entonces caí en la cuenta, envidia de tener a alguien a mi lado, para besarla, para quererla. Las palabras impactaron en mi cabeza, y esta vez contuve los sollozos. Echaba de menos a mis padres, a el chico con el que jugaba de pequeño, y a...

-¡¡Óscar!! ¡Ayúdame, corre, socorro!

Utilicé el tronco del árbol como una columna por la que bajar y mis pies tocaron el suelo.

Corrí en dirección a los gritos, que ya casi no sonaban, y para mi sorpresa me guiaban en dirección contraria a Fénix y Laura.

-¡Sandra! ¿Dónde estás? ¡Sandra! –mi voz empezaba a sonar histérica.

Unos sonidos estrangulados me llevaron hasta ella. Marcos la tenía prisionera entre sus brazos, tapándola la boca con la mano y mirándome con una sonrisa escalofriante. Detrás de su pelo corto y moreno vi la figura de alguien. Caminaba por los techos bajos de las calles, y aunque no pude ver su cara sabía quién era por como andaba.

-¿Sólo estás tú por aquí? Bien, os añadiré a los dos en mi lista.
-En tú lista de: Los que me han vencido

Empecé a reírme, solo para ocultar mi nerviosismo, y alterné mi mirada entre Marcos y la sombra del tejado.

¿A qué esperas...? Intenté que mi pensamiento llegara a ella, pero eso era imposible. La chica del tejado se había quedado quieta encima de nuestras cabezas, pero no hacía nada más, sólo... observaba.

-Te crees muy gracioso ¿no? –Marcos hablaba mientras sacaba una daga y la ponía en el cuello de Sandra. –No creo que te puedas reír tanto cuando veas la cabeza de tu amiga separada del cuerpo.

Todo rastro de sonrisa se fue de mi cara, solo quería gritarla que bajase de ahí y me ayudase. Fijé toda mi atención en Sandra, que había dejado de removerse y miraba las manos de Marcos como si le sirviesen para escapar, ella solo necesitaba una oportunidad...

Un grito rompió cualquier otro silencio que se hubiese formado, pero no sonaba como un grito de dolor, sino más bien de lucha. Marcos se distrajo y Sandra mordió tan fuerte como pudo su mano. Alguien a quien no pude ver cogió la parte de atrás de la chaqueta de Marcos y lo lanzo por el aire. Yo di unos pasos atrás y cogí a Sandra para que no se cayese al suelo.

-Parecías un poco desesperado –la chica del tejado se encogió de hombros-, supuse que te hacía falta mi ayuda.

Yo intenté no mirarla, cualquier contacto era... arriesgado. Pero Cristina persiguió mi mirada hasta que no pude evitar que nos encontráramos. Yo aparté la mía y murmuré un triste gracias.

-Lo que tú digas.

Antes de que pudiese decir algo más, Cristina echó a correr y saltó el muro de piedra. Se había enfadado, y era todo por mi culpa.

-¡Vamos, vamos! –Sandra gritó poniéndose de pie y saliendo corriendo por donde había venido yo.

En medio de la plaza se desataba la pelea. Yo solo veía los cuerpos de Carlos y Álvaro mezclados con los de Fer, Fénix y Laura. Sandra ya sabía a por quien ir cuando llegamos, y ayudó a que todo se despejase un poco a mi vista cuando Laura salió corriendo. Vi la figura de Cristina saltar y empujar a Fer para salvar a Carlos. Cuando Marcos apareció fue corriendo hacia Álvaro.

-Salva a tu chica, Fénix.

Él solo asintió y dejó a Álvaro contra Marcos. Yo busqué todas mis armas, pero algunas de ellas las había perdido y solo tenía cuchillos, suficiente. Fui corriendo hacia Fer, no sin antes hacerle una herida a Marcos.

-Escuchad, ha sido increíble conoceros, pero... he llegado hasta el final. –La voz de Carlos me llegó rápidamente.
-No, Carlos. No puede ser el final, no el tuyo, aquí no. –Cristina intentaba que las palabras no salieran atropelladas de su boca, pero le faltaba el aire.
-En serio, menos mal que os encontré a vosotros, he disfrutado mucho de estos días...
-Este no es tu final. –Mis palabras salieron como una amenaza, demasiado fuerte de lo que pretendía.
-Ha sido increíble conoceros –volvió a repetirnos, aunque parecía que ahora hablaba para sí mismo-, hasta otra vida.

Sin poder decirle nada más, Carlos salió corriendo hacia la parte de arriba del pueblo.

-¡Ven Fer, es a mí al que buscas!

Él lo siguió, más cabreado que nunca.

-¡Se ha vuelto loco! –Cristina también fue tras ellos, con migo detrás.

Llegamos hasta un pequeño castillejo, ya medio destruido. Vimos a Carlos subir la colina ayudándose de las manos, mientras no dejaba de hablar para sí mismo.

-¡Chicos...! ¿Dónde está Car...?

Cristina levantó el brazo y apuntó con un dedo hacia las dos figuras de la montaña, ya casi arriba del todo.

Sandra cayó al instante. Venía sola, por lo que debió de darles esquinazo a Fénix y Laura. Álvaro también llegó, perseguido por Marcos, pero los dos se quedaron petrificados para poder ver la batalla entre Carlos y Fer.


CARLOS:

Ya estaba arriba, podía sentir el viento y la adrenalina en mi cuerpo. Fer me pisaba los talones, por mucho que corriera yo sabía que él me superaría. Me pregunté de qué servía todo esto, ¿sólo para causar un buen espectáculo? Pues era justo lo que iba a hacer, pero a mi manera.

-Estoy seguro de que estás furioso, es normal... yo maté a tú hermana y todo eso. –Empecé a hablar, su espada demasiado cerca de mí.
-No te servirá de nada soltarme un discurso, morirás...
-Eso ya lo sé –decidí cortarlo –pero hay algo que deberías aprender...

Ya había llegado arriba del todo, ahora sí que no tenía escapatoria, me obligué a seguir adelante.

-La venganza no es un buen aliado.
-No serás tú el que me dé consejos a mí, no estás en posición de sentirte seguro.

Sus palabras no me intimidaron. Yo ya había llegado al pico y ya casi podía sentir el viento envolviéndome cuando cayera.

-Siento todo el dolor que pude causarte, pero piensa que esto no fue culpa mía.

Fer me miró sin comprender, sostenía la espada con mucha fuerza y le sudaban las manos.


-Te concederé el honor de oír mis últimas palabras, aunque no creo que las merezcas.

Hice una pausa antes de continuar, suspiré y miré por última vez hacia abajo, donde los demás me miraban pasmados. Yo si estuviese en su lugar tampoco entendería nada, pero yo lo había hecho, esto era mucho más grave que una sola matanza anual.

Fer se acercó a mí, habría estado a punto de matarme si no hubiese visto como yo sonreía. Mis talones dejaron de apoyarse en el suelo.

-Recuerda esto: a mí nadie me mata.

Me di la vuelta y extendí los brazos. Miré el que había sido mi lugar durante demasiados días y me lancé al vació.

Los gritos del chico de arriba ni siquiera me importaron, estaba seguro de que él correría la misma suerte que yo. Durante los últimos instantes, sólo pude sentir mi cuerpo suspendido en el aire.
 
FER:
He fallado, a mí mismo y a mi hermana. No pude vengar su muerte. Ahora comprendo las palabras que Carlos me dijo, eran todas ciertas. No le puedo culpar a él de la muerte de mi hermana, es todo culpa de las personas escondidas detrás de las cámaras.
-Sé lo que debo hacer.
Me di la vuelta y planté cara a la cámara más cercana, seguramente ella habría grabado cada segundo de cada muerte. Levanté el dedo corazón de mi mano derecha y luego enfrenté al vació.
-Esto va por ti, hermana.