martes, 19 de marzo de 2013

Capítulo 18 - Porque las Cosas no Son como Deberían Ser-




OSCAR:
El mareo sigue en mi cabeza, todavía no veo bien y mi vista es borrosa. Me levanto con cuidado, la nieve toca los pies del saco. Levanto a los demás.
-Mirad- digo señalando con el dedo.
Ellos lo siguen y miran hacia donde he señalado. La nieve esta subiendo, por ahora lleva un metro.
Tenemos que irnos de aquí o quedaremos sepultados bajo la nieve. –vuelvo a decir, esta vez tartamudeando.
Todos salimos de los sacos y empezamos a recoger, Jackie y Sombra nos miran y siguen con la mirada a todo lo que hacemos. Una vez recogido todo cojo a Jackie y me la meto dentro del jersey. Veo que cristina hace lo mismo.
-¡Vámonos! –grita Álvaro. – o moriremos.
Todos le seguimos. La nieve es espesa y abundante, la noche es oscura y no vemos por donde vamos. De vez en cuando piso piedras y me tropiezo.

CRIS:
Voy detrás de Oscar que va cojeando por la herida que le ha hecho Marquitos.
-¿Vas bien? –le pregunto.
-Si. –responde con una sonrisa; se la devuelvo y me pongo a su lado pasándole un brazo por el cuello para ayudarle.
-Gracias. –me dice con otra gran sonrisa.
-Dejaros de gracias y de nadas y venid a ver esto. –dice Álvaro que esta asomado por un gran barranco.
Nos asomamos nosotros, las estalactitas de hielo son enormes, igual que las columnas. Unas cuantas casas están hundidas por la nieve de los tejados y otras están cubiertas de columnas de hielo. Bajamos por los caminos y entramos en las calles. Unos cuantos gatos están congelados en el suelo.
-Cogedlos. –dice Sandra en susurro  –no os van a gustar pero es la única comida que tenemos. Además, yo lo he comido varias veces en mi Ocendistric cuando mi padre o mi madre no traían comida a casa. Salía yo a cazarlos.
Todos nos agachamos y empezamos a cogerlos. Sombra llora al ver a los otros gatos en el suelo, les da con la pata pero ve que no se mueven y se encoge.
-Lo siento. –le susurro al oído.

OSCAR:
Me siento en una escalera con barandillas de color azul gastado. Cristina se acerca hacia mí y me dice:
-¿Qué pasa?
Parpadeo varias veces.
-Soy un escombro. No podéis llevarme, dejadme aquí, con migo vais muy despacio. Podríais estar en una casa con la estufa puesta. –digo con un gran dolor en el costado, donde la herida. – ir sin mi.
-Jamás haría algo semejante. Dejarte morir, sería lo último que haría.
- pero lo arias. –vuelvo a decir. –lo has dicho.
Bufo.
-y tal vez… con este frío será lo último que hagas.
Un picor corre mi mejilla izquierda.
-¡No! –vuelve a gritar.
Comprendí que el picor había sido la torta que me había dado Cristina para después decir no.
-Perdón. –dice después de pegarme. –No… no quería pegarte. La mas remota idea de… de dejarte aquí sin protección, de dejar que te congeles… me… Agg ¡¡No puedo ni pensar en ello!!
Unas lágrimas salen expulsadas de mis ojos. Siento el impulso de abrazarla, pero me resultaba algo cursi. Pero… sin darme cuenta… de repente… sus brazos rodearon mi cuerpo.

CRIS:
Rodeo a Oscar con mis brazos y le ayudo a levantarse. Los cinco nos dirigimos hacia la casa más grande. De color azul y naranja galleta. Dentro, el polvo flota por todas partes y se deposita encima de la televisión y las cómodas. Todo está envuelto, como si los antiguos habitantes quisieran mucho este sitio. Empezamos a quitar los plásticos blancos y a quitar un poco el polvo. No hay luz ni agua. Nos apañamos con la luz de la luna.
-Ya está bien. –dice Sandra. –hay que acostarnos, ¿O solo Oscar va a dormir?
La pregunta me hace girar la cabeza hacia donde vi por última vez a Oscar. Al no verle me asusto un poco, pero seguo la mirada de Sandra y lo veo acostado entre los plásticos que cubrían esta habitación.
-Que morro tiene. –digo con una sonrisa burlona; todos me miraron. –Acostémonos nosotros también.
Todos nos metemos entre los plásticos. Sandra se quito el abrigo de piel de ciervo que se hizo y se lo pone a Oscar encima. Después saca el saco y se mete dentro.
Cuando despertamos la luz entra por las ventanas. Miro con rapidez para llevarme la sorpresa de que ha dejado de nevar, pero no es así. La nieve siegue cayendo. A este paso les va a pasar lo mismo que en los 11º Ocen Games. Todos murieron de frío menos el vencedor.  
-me he despertado con la misma rapidez y me he deprimido al ver la ventana como tú. –dice Sandra detrás de mi.
Me giro despacio y digo:
-¿de verdad vamos a comernos esos gatos?
-No, lo he intentado pero… están congelados por dentro y no sirven de nada. Los he tirado.
-Entonces… si Oscar pregunta dile que estoy cazando.
-vale. –dice feliz.
Abro la puerta con cuidado esperándome una avalancha de nieve. Pero no es así. Subo montaña arriba, los copos no me dan con tanta fuerza como esta noche al bajar de la montaña, eso quiere decir que va a dejar de nevar dentro de tres o cuatro horas.
Después de la caza regreso con las presas arrastras, un ciervo y un hurón. Abro la puerta de un portazo y entro. Me quito los guantes y después le digo a Carlos que salga. Entre los dos logramos meter el ciervo, lo dejamos en la cocina y después cerramos la puerta.
-¿Y Oscar? –pregunto.
-Sigue dormido. –dice Álvaro.
-¡¡Todavía!! ¡Pero si son las tres de la tarde! –me muerdo el labio inferior al ver que Oscar levanta la cabeza.

OSCAR:
El grito de Cristina retumba en mi cabeza y me hace despertar.
-¡¡Que pasa!! –grito pensando que a Cristina le ha pasado algo.
-Nada. –me dicen todos.
Miro al salón. Han estado limpiándolo. La estufa esta puesta, la luz entra por la ventana, y casi ha dejado de nevar.
Me quito el abrigo de piel, me pongo un jersey sucio de Sandra y me levanto de los blancos plásticos.
-Oscar, ¿sabes que esa chaqueta es mía verdad? –dice Sandra.
-Si, es lo bueno de que sean uniformes, podemos llevar lo de otros. –digo.
Todos se rien del comentario. Me siento junto al fuego donde Álvaro despelucha un animal.
-¿Qué es eso? –pregunto con rapidez.
-Un hurón que ha cazado Cristina. Acaba de llegar.
Fulmino a Cristina con la mirada. Ella entiende lo que quiero decir, no vuelvas a salir sin decírmelo.
-Perdón, no quería despertarte.
Asiento con la cabeza y me voy a sentar en el sillón, pero antes de hacerlo, siento unos cuantos pinchazos. Me levanto la camiseta y el jersey y veo la herida. Todo es una gran costra que abarca desde las costillas hasta la cadera por el costado. Cristina se tapa la boca con las manos y me levanta de inmediato, Carlos aparta la vista y Sandra se acerca a ayudarme de inmediato.
-Tenemos que ir a un río para limpiarte eso, también tiene pus, ¡está infectado!
-Con este frío si os metéis en el agua moriréis. –dice Carlos.
-Seguramente mañana no, el sol está empezando a salir y los pájaros vuelven a estar en las ramas de los árboles. –dice Álvaro mirando por la ventana. –mañana podréis ir al río.
-¿Mañana? –preguntó Cristina. –se le va a infectar.

CRIS:
Ver la herida de Oscar me mata por dentro. Me muerdo el labio inferior y miro a otra parte.
-A menos que…
-¡A menos que qué! –grita Cristina.
-A menos que… podemos coger nieve y derretirla al lado de la estufa, después le limpiaremos la herida. –dice Álvaro.
-Buena idea. –dice Carlos.
Tumbamos a Oscar al lado de la estufa y yo me siento a su lado. Ellos salen a por nieve. Se me cierran los ojos.
Cuando regresan traen un cubo de la cocina lleno de nieve. La ponen al lado de la estufa y de vez en cuando sacan el agua descongelada y la ponen en pequeños recipientes. Yo la cojo con las manos y se la restriego por el costado a Oscar que gruñe con cada roce. Una vez limpia la herida no es tan grande como parecía al principio.
-¿estas bien? –le pregunto.
-Si. –contesta con una gran sonrisa.
Después de eso un paracaídas llega a la terraza. Carlos sale a por el. Cuando entra lo abrimos y contiene una pequeña caja de tiritas y una pequeña venda con estropajo.
-Gracias Edward. –susurra Oscar.
Abro la caga deprisa y corriendo y le pongo la pequeña venda del tamaño de la herida encima de ella, después la pego con el estropajo.
-Vamos levántate. –digo tirando de el.
Cuando nos giramos una sombra enorme taba la luz de las ventanas.
Su mano se acerca a mi cara y me da. Caigo al suelo con Oscar.
Sandra y Carlos se ponen delante nuestro para cubrirnos. Puedo ver entre el brazo de Sandra y el de Carlos que es Edu. De detrás de el salen Marquitos y Fer.
Oscar y yo nos levantamos y caminamos hacia la esquina.
-No te muevas. –le digo.
El asiente con la cabeza y yo me dirijo hacia ellos.
-No venimos a matar. Solo queremos a la chica. –dice Fer.
Por un momento pensé que se refería ami.
-sabe usar cualquier tipo de armas, es valiosa. –vuelve a decir.
Sandra le escupe en la cara y yo no puedo evitar soltar una risita.
De repente suena algo… como si estuviera hueco y de la parte de atrás de la cabeza de Edu sale un chorro de sangre disparado hacia arriba  que mancha la biga del techo. Después una piedra cae al suelo y seguidamente Edu hace lo mismo.

OSCAR:
Todo se alborota y no puedo ver mucho mas que todos enzarzados en una pelea.
-¡Vasta! –grito con rabia.
Marquitos que tiene a Cristina agarrada del cuello la tira al suelo y se acerca ami.
-Mira… si es al debilucho al que le clavé la lanza ayer. –dice entre risitas mientras me toca en la herida con fuerza.
-si pudiera me levantaría y te quitaría uno de tos ojos. –le digo; no se que decir y lo de los ojos es lo primero que se me ha ocurrido.
Cuando fue a clavarme el cuchillo una voz dijo:
-Para. Si lo matas nos matas a nosotros.
Marquitos se da la vuelta y puedo ver por el rabillo del ojo que Cristina, Carlos y Sandra tienen a Fer con un cuchillo en el cuello.
Marquitos escupe en el fuego y sale por la puerta, Fer lo siguen. Una vez despejado el territorio tiramos a Edu por las escaleras de la puerta.
-¿Cómo se te ha ocurrido tirarle una piedra en la cabeza? –escucho preguntar a Cristina.
-era lo que tenía a mano. –responde Álvaro. -Una piedra.
 El aerodeslizador se lleva el cuerpo cuando todos se hacercan a la esquina a verme. Me ayudan a levantarme y vuelven a llevarme a la estufa.

CRIS:
Le quito la camiseta y le vuelvo a limpiar la herida que sangra por culpa de Marquitos, después le pongo la pequeña venda y los esparadrapos.
-Chicos, podemos salir.
-¿Qué? –pregunto al no enterarme.
-podemos salir. La nieve medirá treinta centímetros. –vuelve a decir Carlos.
Miro para atrás y le sonrío. Le pongo la camiseta a Oscar y le levanto.
-Vamos fuera. –digo.
Nos ponemos los abrigos y los guantes del último banquete, menos Sandra que se pone su abrigo de piel. Todos salimos de la casa menos Oscar y yo. Le levanto del suelo y salimos andando.

OSCAR:
Fuera Sandra esta en el suelo moviendo las piernas y los brazos. Cuando se levanta deja  una figura extraña.
-¿Qué es? –pregunta Cristina.
Todos nos miran.
-Os recuerdo que no tenemos nieve en nuestro Ocendistric.
-Ahh… -dicen todos a la vez. –es verdad…
-Es un ángel de nieve. –dice Sandra. –Antiguamente los usaban para el bien en un libro de milagros.
-Si, nos lo han explicado en el colegio. –digo. -¿A que si Cris?
Ella asiente con la cabeza y mira a Álvaro y a Carlos que se tiran bolas de nieve. Me agacho con dificultad y le tiro una a Cristina en la cara. Ella escupe la nieve que se le ha metido en la boca y después me agarra por el brazo, se agacha y coge un puñado de nieve que acto seguido me restriega por la cara.
Todo eran bolas de nieve por los aires.

CRIS:
Cansados nos tiramos al suelo donde ya casi no quedaba nieve. Nos quitamos los abrigos y los dejamos en el escalón que no tenía sangre de Edu. Después entramos en casa.
-Vamos al río. –ofrecí.
-Estoy de acuerdo. –dijo Oscar.
-y yo. –siguió Sandra.
-Y yo. –dijeron a la vez Carlos y Álvaro.
Salimos de nuevo y empezamos a andar con las armas y las mochilas.
-¿Vas bien? –le digo a Sandra y a Oscar.
-Si. –contesta él.
El camino es eterno. El cielo se ha despejado por completo y los pájaros vuelven a cantar y a revolotear. La nieve derretida ha hecho charcos de barro donde se nos hunden los pies.
Cuando llegamos al barranco de la cascada de la última vez, corremos camino abajo sabiendo que queda poco. Llegamos a la entrada del Molino, saltamos la cadena oxidada y bajamos por la cuesta llegando al río. Rápidamente dejamos las mochilas bajo un árbol y nos metemos en el río sin quitarnos la ropa ni las armas.
Nos salpicamos los unos a los otros. Nos reímos a carcajadas y nos hacemos ahogadillas.

OSCAR:
Cuando salimos del río nos tumbamos al sol.
-Todavía falta nieve por derretirse. –digo.
Todos (que están en el agua salpicándose) me miran y después siguen a lo suyo. Jackie y Sombra están en la orilla del río corriendo y saltándose por encima.
Me encanta vernos feliz.
Porque las cosas no son como deberían ser; libres, felices… así teníamos que ser.