OSCAR:
El mareo sigue
en mi cabeza, todavía no veo bien y mi vista es borrosa. Me levanto con
cuidado, la nieve toca los pies del saco. Levanto a los demás.
-Mirad- digo
señalando con el dedo.
Ellos lo siguen
y miran hacia donde he señalado. La nieve esta subiendo, por ahora lleva un
metro.
Tenemos que
irnos de aquí o quedaremos sepultados bajo la nieve. –vuelvo a decir, esta vez
tartamudeando.
Todos salimos
de los sacos y empezamos a recoger, Jackie y Sombra nos miran y siguen con la
mirada a todo lo que hacemos. Una vez recogido todo cojo a Jackie y me la meto
dentro del jersey. Veo que cristina hace lo mismo.
-¡Vámonos!
–grita Álvaro. – o moriremos.
Todos le
seguimos. La nieve es espesa y abundante, la noche es oscura y no vemos por
donde vamos. De vez en cuando piso piedras y me tropiezo.
CRIS:
Voy detrás de
Oscar que va cojeando por la herida que le ha hecho Marquitos.
-¿Vas bien? –le
pregunto.
-Si. –responde
con una sonrisa; se la devuelvo y me pongo a su lado pasándole un brazo por el
cuello para ayudarle.
-Gracias. –me
dice con otra gran sonrisa.
-Dejaros de
gracias y de nadas y venid a ver esto. –dice Álvaro que esta asomado por un
gran barranco.
Nos asomamos
nosotros, las estalactitas de hielo son enormes, igual que las columnas. Unas
cuantas casas están hundidas por la nieve de los tejados y otras están cubiertas
de columnas de hielo. Bajamos por los caminos y entramos en las calles. Unos
cuantos gatos están congelados en el suelo.
-Cogedlos. –dice
Sandra en susurro –no os van a gustar pero es la única comida que tenemos.
Además, yo lo he comido varias veces en mi Ocendistric cuando mi padre o mi
madre no traían comida a casa. Salía yo a cazarlos.
Todos nos
agachamos y empezamos a cogerlos. Sombra llora al ver a los otros gatos en el
suelo, les da con la pata pero ve que no se mueven y se encoge.
-Lo siento. –le
susurro al oído.
OSCAR:
Me siento en
una escalera con barandillas de color azul gastado. Cristina se acerca hacia mí
y me dice:
-¿Qué pasa?
Parpadeo varias
veces.
-Soy un
escombro. No podéis llevarme, dejadme aquí, con migo vais muy despacio.
Podríais estar en una casa con la estufa puesta. –digo con un gran dolor en el
costado, donde la herida. – ir sin mi.
-Jamás haría
algo semejante. Dejarte morir, sería lo último que haría.
- pero lo arias.
–vuelvo a decir. –lo has dicho.
Bufo.
-y tal vez… con
este frío será lo último que hagas.
Un picor corre
mi mejilla izquierda.
-¡No! –vuelve a
gritar.
Comprendí que
el picor había sido la torta que me había dado Cristina para después decir no.
-Perdón. –dice
después de pegarme. –No… no quería pegarte. La mas remota idea de… de dejarte
aquí sin protección, de dejar que te congeles… me… Agg ¡¡No puedo ni pensar en
ello!!
Unas lágrimas
salen expulsadas de mis ojos. Siento el impulso de abrazarla, pero me resultaba
algo cursi. Pero… sin darme cuenta… de repente… sus brazos rodearon mi cuerpo.
CRIS:
Rodeo a Oscar
con mis brazos y le ayudo a levantarse. Los cinco nos dirigimos hacia la casa
más grande. De color azul y naranja galleta. Dentro, el polvo flota por todas
partes y se deposita encima de la televisión y las cómodas. Todo está envuelto,
como si los antiguos habitantes quisieran mucho este sitio. Empezamos a quitar
los plásticos blancos y a quitar un poco el polvo. No hay luz ni agua. Nos
apañamos con la luz de la luna.
-Ya está bien.
–dice Sandra. –hay que acostarnos, ¿O solo Oscar va a dormir?
La pregunta me
hace girar la cabeza hacia donde vi por última vez a Oscar. Al no verle me
asusto un poco, pero seguo la mirada de Sandra y lo veo acostado entre los
plásticos que cubrían esta habitación.
-Que morro
tiene. –digo con una sonrisa burlona; todos me miraron. –Acostémonos nosotros
también.
Todos nos metemos
entre los plásticos. Sandra se quito el abrigo de piel de ciervo que se hizo y
se lo pone a Oscar encima. Después saca el saco y se mete dentro.
Cuando
despertamos la luz entra por las ventanas. Miro con rapidez para llevarme la
sorpresa de que ha dejado de nevar, pero no es así. La nieve siegue cayendo. A
este paso les va a pasar lo mismo que en los 11º Ocen Games. Todos murieron de
frío menos el vencedor.
-me he
despertado con la misma rapidez y me he deprimido al ver la ventana como tú.
–dice Sandra detrás de mi.
Me giro
despacio y digo:
-¿de verdad
vamos a comernos esos gatos?
-No, lo he
intentado pero… están congelados por dentro y no sirven de nada. Los he tirado.
-Entonces… si
Oscar pregunta dile que estoy cazando.
-vale. –dice
feliz.
Abro la puerta
con cuidado esperándome una avalancha de nieve. Pero no es así. Subo montaña
arriba, los copos no me dan con tanta fuerza como esta noche al bajar de la
montaña, eso quiere decir que va a dejar de nevar dentro de tres o cuatro
horas.
Después de la
caza regreso con las presas arrastras, un ciervo y un hurón. Abro la puerta de
un portazo y entro. Me quito los guantes y después le digo a Carlos que salga.
Entre los dos logramos meter el ciervo, lo dejamos en la cocina y después
cerramos la puerta.
-¿Y Oscar?
–pregunto.
-Sigue dormido.
–dice Álvaro.
-¡¡Todavía!!
¡Pero si son las tres de la tarde! –me muerdo el labio inferior al ver que
Oscar levanta la cabeza.
OSCAR:
El grito de
Cristina retumba en mi cabeza y me hace despertar.
-¡¡Que pasa!!
–grito pensando que a Cristina le ha pasado algo.
-Nada. –me
dicen todos.
Miro al salón.
Han estado limpiándolo. La estufa esta puesta, la luz entra por la ventana, y
casi ha dejado de nevar.
Me quito el
abrigo de piel, me pongo un jersey sucio de Sandra y me levanto de los blancos
plásticos.
-Oscar, ¿sabes
que esa chaqueta es mía verdad? –dice Sandra.
-Si, es lo
bueno de que sean uniformes, podemos llevar lo de otros. –digo.
Todos se rien
del comentario. Me siento junto al fuego donde Álvaro despelucha un animal.
-¿Qué es eso?
–pregunto con rapidez.
-Un hurón que
ha cazado Cristina. Acaba de llegar.
Fulmino a Cristina
con la mirada. Ella entiende lo que quiero decir, no vuelvas a salir sin decírmelo.
-Perdón, no
quería despertarte.
Asiento con la
cabeza y me voy a sentar en el sillón, pero antes de hacerlo, siento unos
cuantos pinchazos. Me levanto la camiseta y el jersey y veo la herida. Todo es
una gran costra que abarca desde las costillas hasta la cadera por el costado.
Cristina se tapa la boca con las manos y me levanta de inmediato, Carlos aparta
la vista y Sandra se acerca a ayudarme de inmediato.
-Tenemos que ir
a un río para limpiarte eso, también tiene pus, ¡está infectado!
-Con este frío
si os metéis en el agua moriréis. –dice Carlos.
-Seguramente
mañana no, el sol está empezando a salir y los pájaros vuelven a estar en las
ramas de los árboles. –dice Álvaro mirando por la ventana. –mañana podréis ir
al río.
-¿Mañana?
–preguntó Cristina. –se le va a infectar.
CRIS:
Ver la herida
de Oscar me mata por dentro. Me muerdo el labio inferior y miro a otra parte.
-A menos que…
-¡A menos que
qué! –grita Cristina.
-A menos que…
podemos coger nieve y derretirla al lado de la estufa, después le limpiaremos
la herida. –dice Álvaro.
-Buena idea.
–dice Carlos.
Tumbamos a
Oscar al lado de la estufa y yo me siento a su lado. Ellos salen a por nieve.
Se me cierran los ojos.
Cuando regresan
traen un cubo de la cocina lleno de nieve. La ponen al lado de la estufa y de
vez en cuando sacan el agua descongelada y la ponen en pequeños recipientes. Yo
la cojo con las manos y se la restriego por el costado a Oscar que gruñe con
cada roce. Una vez limpia la herida no es tan grande como parecía al principio.
-¿estas bien?
–le pregunto.
-Si. –contesta
con una gran sonrisa.
Después de eso
un paracaídas llega a la terraza. Carlos sale a por el. Cuando entra lo abrimos
y contiene una pequeña caja de tiritas y una pequeña venda con estropajo.
-Gracias
Edward. –susurra Oscar.
Abro la caga
deprisa y corriendo y le pongo la pequeña venda del tamaño de la herida encima
de ella, después la pego con el estropajo.
-Vamos
levántate. –digo tirando de el.
Cuando nos
giramos una sombra enorme taba la luz de las ventanas.
Su mano se
acerca a mi cara y me da. Caigo al suelo con Oscar.
Sandra y Carlos
se ponen delante nuestro para cubrirnos. Puedo ver entre el brazo de Sandra y
el de Carlos que es Edu. De detrás de el salen Marquitos y Fer.
Oscar y yo nos
levantamos y caminamos hacia la esquina.
-No te muevas.
–le digo.
El asiente con
la cabeza y yo me dirijo hacia ellos.
-No venimos a
matar. Solo queremos a la chica. –dice Fer.
Por un momento
pensé que se refería ami.
-sabe usar
cualquier tipo de armas, es valiosa. –vuelve a decir.
Sandra le
escupe en la cara y yo no puedo evitar soltar una risita.
De repente
suena algo… como si estuviera hueco y de la parte de atrás de la cabeza de Edu
sale un chorro de sangre disparado hacia arriba que mancha la biga del techo. Después una
piedra cae al suelo y seguidamente Edu hace lo mismo.
OSCAR:
Todo se
alborota y no puedo ver mucho mas que todos enzarzados en una pelea.
-¡Vasta! –grito
con rabia.
Marquitos que
tiene a Cristina agarrada del cuello la tira al suelo y se acerca ami.
-Mira… si es al
debilucho al que le clavé la lanza ayer. –dice entre risitas mientras me toca
en la herida con fuerza.
-si pudiera me
levantaría y te quitaría uno de tos ojos. –le digo; no se que decir y lo de los
ojos es lo primero que se me ha ocurrido.
Cuando fue a
clavarme el cuchillo una voz dijo:
-Para. Si lo
matas nos matas a nosotros.
Marquitos se da
la vuelta y puedo ver por el rabillo del ojo que Cristina, Carlos y Sandra
tienen a Fer con un cuchillo en el cuello.
Marquitos
escupe en el fuego y sale por la puerta, Fer lo siguen. Una vez despejado el
territorio tiramos a Edu por las escaleras de la puerta.
-¿Cómo se te ha
ocurrido tirarle una piedra en la cabeza? –escucho preguntar a Cristina.
-era lo que
tenía a mano. –responde Álvaro. -Una piedra.
El aerodeslizador se lleva el cuerpo cuando
todos se hacercan a la esquina a verme. Me ayudan a levantarme y vuelven a
llevarme a la estufa.
CRIS:
Le quito la
camiseta y le vuelvo a limpiar la herida que sangra por culpa de Marquitos,
después le pongo la pequeña venda y los esparadrapos.
-Chicos,
podemos salir.
-¿Qué?
–pregunto al no enterarme.
-podemos salir.
La nieve medirá treinta centímetros. –vuelve a decir Carlos.
Miro para atrás
y le sonrío. Le pongo la camiseta a Oscar y le levanto.
-Vamos fuera.
–digo.
Nos ponemos los
abrigos y los guantes del último banquete, menos Sandra que se pone su abrigo
de piel. Todos salimos de la casa menos Oscar y yo. Le levanto del suelo y
salimos andando.
OSCAR:
Fuera Sandra esta
en el suelo moviendo las piernas y los brazos. Cuando se levanta deja una figura extraña.
-¿Qué es?
–pregunta Cristina.
Todos nos miran.
-Os recuerdo
que no tenemos nieve en nuestro Ocendistric.
-Ahh… -dicen
todos a la vez. –es verdad…
-Es un ángel de
nieve. –dice Sandra. –Antiguamente los usaban para el bien en un libro de
milagros.
-Si, nos lo han
explicado en el colegio. –digo. -¿A que si Cris?
Ella asiente
con la cabeza y mira a Álvaro y a Carlos que se tiran bolas de nieve. Me agacho
con dificultad y le tiro una a Cristina en la cara. Ella escupe la nieve que se
le ha metido en la boca y después me agarra por el brazo, se agacha y coge un
puñado de nieve que acto seguido me restriega por la cara.
Todo eran bolas
de nieve por los aires.
CRIS:
Cansados nos
tiramos al suelo donde ya casi no quedaba nieve. Nos quitamos los abrigos y los
dejamos en el escalón que no tenía sangre de Edu. Después entramos en casa.
-Vamos al río.
–ofrecí.
-Estoy de
acuerdo. –dijo Oscar.
-y yo. –siguió
Sandra.
-Y yo. –dijeron
a la vez Carlos y Álvaro.
Salimos de
nuevo y empezamos a andar con las armas y las mochilas.
-¿Vas bien? –le
digo a Sandra y a Oscar.
-Si. –contesta
él.
El camino es
eterno. El cielo se ha despejado por completo y los pájaros vuelven a cantar y
a revolotear. La nieve derretida ha hecho charcos de barro donde se nos hunden
los pies.
Cuando llegamos
al barranco de la cascada de la última vez, corremos camino abajo sabiendo que
queda poco. Llegamos a la entrada del Molino, saltamos la cadena oxidada y
bajamos por la cuesta llegando al río. Rápidamente dejamos las mochilas bajo un
árbol y nos metemos en el río sin quitarnos la ropa ni las armas.
Nos salpicamos
los unos a los otros. Nos reímos a carcajadas y nos hacemos ahogadillas.
OSCAR:
Cuando salimos
del río nos tumbamos al sol.
-Todavía falta
nieve por derretirse. –digo.
Todos (que
están en el agua salpicándose) me miran y después siguen a lo suyo. Jackie y
Sombra están en la orilla del río corriendo y saltándose por encima.
Me encanta
vernos feliz.
Porque las
cosas no son como deberían ser; libres, felices… así teníamos que ser.