CRIS:
Hoy nadie tenía ganas de
llorar, yo ni siquiera podía derramar una lágrima.
Estábamos alerta todo el
día, no habíamos dormido ni media hora seguida, pues todos sabíamos que las
pesadillas nos acechaban al cerrar los ojos.
-Deberíamos ir al río,
casi no nos queda agua. –La voz de Sandra nos sobresaltó a todos y sin decir ni
una palabra nos levantamos mecánicamente del suelo y empezamos a andar.
Hubo un momento en el que
mi mirada se cruzó con la de Óscar, pero él la aparto al instante. No quería
admitirlo, pero me hizo daño que lo hiciera. Estas horas él había estado
distante, como si no quisiera saber nada de mí, y eso yo no quería que
ocurriese.
Sobre todo ahora, cuando
teníamos que estar más unidos que nunca. Según todo lo que tenía planeado
conseguiría llegar hasta el final. Mataría a los demás, por muy duro que pueda
ser, por mucha sangra fría que haya que tener, aunque la conciencia me mate en
mi última noche. Pero sea como sea... Óscar será el vencedor.
-Se nos hará de noche
antes de llegar. –Sandra volvió a meternos prisa por enésima vez.
Pronto empezamos a andar
tan deprisa que casi corríamos, podía oír nuestras pisadas en el suelo de
piedra. Un aire húmedo llegó a mi rostro minutos después y supe que habíamos
llegado.
-¿Dónde está el agua?
Miramos extrañados a
Álvaro, que iba el primero. ¿Cómo que dónde estaba el agua? ¿Acaso él no sentía
la humedad?
Nos asomamos a donde él
miraba y no vimos nada, nada, sólo lo que parecía un espejismo. Carlos se
agachó y cogió una piedra del tamaño de su puño y la lanzó hacia el agua. Unos
segundos después la piedra regresó con más fuerza de la que había sido enviada.
Dio a Carlos, que se quedó totalmente quieto, y luego cayó al suelo.
-¿Pero qué...? –Mi voz
salió un poco estrangulada y tosí para despejar en nudo de mi garganta.
-Es una barrera, el
límite de la arena.
-No, eso es imposible,
Álvaro.
Era lógico que Sandra no
le creyese, incluso a mí me costaba, pero estaba claro que era eso lo que
pasaba.
Miramos a Carlos, que
seguía incómodamente petrificado en su sitio. Se agachó y volvió a coger la
piedra. La lanzó unas cuantas veces al aire y luego la volvía a coger con la
misma mano. Echó su mano hacia atrás y luego la piedra se alejó de él a mucha
velocidad. Volvió el doble de rápida, los pies de Carlos se desplazaron hacia
la derecha justo a tiempo para que la piedra no le diese.
-Un segundo y medio.
-¿El qué?
-Un segundo y medio
–volvió a repetir Álvaro-, es lo que ha tardado la piedra en regresar.
-¿Cómo...?
-Ángela me enseñó.
Ninguno de nosotros dijo
nada más, todos captamos sus palabras dañadas.
-Tendremos que buscar
otro río, -Óscar empezó a andar antes de terminar de hablar - en marcha.
Todos le siguieron, pero
yo me quedé atrás, sin moverme de mi sitio.
¡Muévete! ¿Qué te ocurre?-dijo mi parte lógica, la que no estaba dañada
después de todo lo pasado.
Espera... espera...
Hice caso a la segunda
voz, aquella que me decía algo incomprensible.
Sentí la presencia de
alguien antes incluso de verla. Aitana apareció por el camino contrario al que
se habían ido los demás. Venía medio corriendo y se paró de golpe al verme, su
ojo derecho estaba cerrado y la sangre le cubría media cara. Estaba herida,
alguien la habría lanzado un cuchillo y la había hecho una buena raja encima de
la ceja.
Su cara mostró sorpresa,
pero la tapó con una sonrisa que me dieron ganas de vomitar. Me planteé si
matarla, ¿para qué esperar más? Miré su arco enganchado a su espalda, estaba
segura de que no tendría tiempo de lanzarme una flecha antes de que mi cuchillo
cortara su cuello.
-¡Cristina! –La voz de
Sandra estaba cerca, puede que a la vuelta de la curva de arena.
Aitana y yo habíamos
dirigido nuestra mirada hacia la voz, y cuando volvimos a conectar nuestros
ojos fueron mis labios los que formaron una sonrisa. Dirigí el pie derecho
hacia delante y golpeé el suelo con fuerza como si fuera a correr a por ella.
Aitana no se lo pensó dos veces y echó a correr.
Dos horas después no
habíamos logrado encontrar ninguna otra fuente de agua, y la nuestra ya se
había agotado.
-Tengo sed... –dijo por
tercera vez en dos minutos Carlos.
-Deja de pensar en ello
–le corté-, no duraremos mucho en este estado.
-¿Y qué pretendes que
hagamos? –Álvaro se puso en frente de mí y me plantó cara.
-¿Te crees que he sido yo
la que ha hecho todo esto? –Parecía que me estaba echando la culpa a mí. –No sé
lo que vamos a hacer, pero no nos vamos a quedar aquí tirados todo lo que quede
de nuestras malditas vidas.
-Está bien. –Se apartó un
poco de mí. –Sandra y Óscar siguen por ahí.
Mi mirada había bajado
hasta el suelo, pero en cuanto dijo el nombre de Óscar y Sandra le miré. Ahora
que miraba alrededor... ¿dónde se habían metido?
-¿A qué te refieres con por ahí?
-Pues eso, que se fueron
en busca de agua y no han vuelto.
Me senté en una roca al
lado de Carlos, pero a una distancia para que no me diese con la espada que
estaba afilando. Me imaginé a Óscar clavado allí y me levanté de un salto, otra
imagen de Óscar atravesado con la lanza de Sandra pasó por mi mente.
-En... en un rato vuelvo.
-¿A dónde vas? –preguntó
Álvaro, pero yo ya había atravesado los arbustos que nos rodeaban.
ÓSCAR:
Miré desde lo alto del
árbol cualquier reflejo que mi indicase que había agua, pero tras cinco minutos
allí no vi ni rastro de nada.
-Estamos perdidos –dije
mientras bajaba abrazado al árbol.
-Yo no lo creo, todavía
nos queda una posibilidad.
-¿A qué te refieres?
Ahora empezaba a ver por
qué Sandra me había traído hasta aquí. Estábamos a pocos minutos de donde los
profesionales acampaban. Retrocedí varios pasos hacia atrás y me alejé de
Sandra.
-Tranquilo, tengo un plan
¿vale?
Sus palabras estaban
lejos de evitar que saliese corriendo de allí, donde me esperaba Cristina.
Pero al pensar en eso,
supe que tenía que seguir adelante.
-¿Cuál es ese plan?
De nuevo, me subí al
árbol, el quinto en menos de una hora.
-¿Estás segura de esto
Sandra? –pregunté en un susurro.
-Sí, por supuesto. Vamos.
Su voz era demasiado
tranquila, pero a la vez me recordaba que me estaba obligando a hacer esto. Yo
era el que me obligaba, y cada vez que pensaba en Cristina sentada en el suelo
de nuestro campamento, muerta se sed, seguía adelante.
Pronto Fer se puso a mi
vista, y luego Laura y Fénix, tumbados debajo de un techo y cogidos de la mano
secretamente. Cada vez que Fer salía de mi vista, y no podía verle a través de
las hojas del árbol, Fénix besaba a Laura. Yo no sabía si sentir asco o
envidia.
Mis pensamientos me
hicieron gracia y me tapé la boca para no echarme a reír. ¿Envidia, en serio
había pensado en eso? Entonces caí en la cuenta, envidia de tener a alguien a
mi lado, para besarla, para quererla. Las palabras impactaron en mi cabeza, y
esta vez contuve los sollozos. Echaba de menos a mis padres, a el chico con el
que jugaba de pequeño, y a...
-¡¡Óscar!! ¡Ayúdame,
corre, socorro!
Utilicé el tronco del
árbol como una columna por la que bajar y mis pies tocaron el suelo.
Corrí en dirección a los
gritos, que ya casi no sonaban, y para mi sorpresa me guiaban en dirección
contraria a Fénix y Laura.
-¡Sandra! ¿Dónde estás?
¡Sandra! –mi voz empezaba a sonar histérica.
Unos sonidos
estrangulados me llevaron hasta ella. Marcos la tenía prisionera entre sus
brazos, tapándola la boca con la mano y mirándome con una sonrisa
escalofriante. Detrás de su pelo corto y moreno vi la figura de alguien.
Caminaba por los techos bajos de las calles, y aunque no pude ver su cara sabía
quién era por como andaba.
-¿Sólo estás tú por aquí?
Bien, os añadiré a los dos en mi lista.
-En tú lista de: “Los que
me han vencido”
Empecé a reírme, solo
para ocultar mi nerviosismo, y alterné mi mirada entre Marcos y la sombra del
tejado.
¿A qué esperas...? Intenté que mi pensamiento llegara a ella, pero
eso era imposible. La chica del tejado se había quedado quieta encima de
nuestras cabezas, pero no hacía nada más, sólo... observaba.
-Te crees muy gracioso
¿no? –Marcos hablaba mientras sacaba una daga y la ponía en el cuello de
Sandra. –No creo que te puedas reír tanto cuando veas la cabeza de tu amiga
separada del cuerpo.
Todo rastro de sonrisa se
fue de mi cara, solo quería gritarla que bajase de ahí y me ayudase. Fijé toda
mi atención en Sandra, que había dejado de removerse y miraba las manos de
Marcos como si le sirviesen para escapar, ella solo necesitaba una oportunidad...
Un grito rompió cualquier
otro silencio que se hubiese formado, pero no sonaba como un grito de dolor,
sino más bien de lucha. Marcos se distrajo y Sandra mordió tan fuerte como pudo
su mano. Alguien a quien no pude ver cogió la parte de atrás de la chaqueta de
Marcos y lo lanzo por el aire. Yo di unos pasos atrás y cogí a Sandra para que
no se cayese al suelo.
-Parecías un poco
desesperado –la chica del tejado se encogió de hombros-, supuse que te hacía
falta mi ayuda.
Yo intenté no mirarla,
cualquier contacto era... arriesgado. Pero Cristina persiguió mi mirada hasta
que no pude evitar que nos encontráramos. Yo aparté la mía y murmuré un triste
gracias.
-Lo que tú digas.
Antes de que pudiese
decir algo más, Cristina echó a correr y saltó el muro de piedra. Se había
enfadado, y era todo por mi culpa.
-¡Vamos, vamos! –Sandra
gritó poniéndose de pie y saliendo corriendo por donde había venido yo.
En medio de la plaza se
desataba la pelea. Yo solo veía los cuerpos de Carlos y Álvaro mezclados con
los de Fer, Fénix y Laura. Sandra ya sabía a por quien ir cuando llegamos, y
ayudó a que todo se despejase un poco a mi vista cuando Laura salió corriendo.
Vi la figura de Cristina saltar y empujar a Fer para salvar a Carlos. Cuando
Marcos apareció fue corriendo hacia Álvaro.
-Salva a tu chica, Fénix.
Él solo asintió y dejó a
Álvaro contra Marcos. Yo busqué todas mis armas, pero algunas de ellas las
había perdido y solo tenía cuchillos, suficiente. Fui corriendo hacia Fer, no
sin antes hacerle una herida a Marcos.
-Escuchad, ha sido
increíble conoceros, pero... he llegado hasta el final. –La voz de Carlos me
llegó rápidamente.
-No, Carlos. No puede ser
el final, no el tuyo, aquí no. –Cristina intentaba que las palabras no salieran
atropelladas de su boca, pero le faltaba el aire.
-En serio, menos mal que
os encontré a vosotros, he disfrutado mucho de estos días...
-Este no es tu final.
–Mis palabras salieron como una amenaza, demasiado fuerte de lo que pretendía.
-Ha sido increíble
conoceros –volvió a repetirnos, aunque parecía que ahora hablaba para sí
mismo-, hasta otra vida.
Sin poder decirle nada
más, Carlos salió corriendo hacia la parte de arriba del pueblo.
-¡Ven Fer, es a mí al que
buscas!
Él lo siguió, más
cabreado que nunca.
-¡Se ha vuelto loco!
–Cristina también fue tras ellos, con migo detrás.
Llegamos hasta un pequeño
castillejo, ya medio destruido. Vimos a Carlos subir la colina ayudándose de
las manos, mientras no dejaba de hablar para sí mismo.
-¡Chicos...! ¿Dónde está
Car...?
Cristina levantó el brazo
y apuntó con un dedo hacia las dos figuras de la montaña, ya casi arriba del
todo.
Sandra cayó al instante.
Venía sola, por lo que debió de darles esquinazo a Fénix y Laura. Álvaro también
llegó, perseguido por Marcos, pero los dos se quedaron petrificados para poder
ver la batalla entre Carlos y Fer.
CARLOS:
Ya estaba arriba, podía
sentir el viento y la adrenalina en mi cuerpo. Fer me pisaba los talones, por
mucho que corriera yo sabía que él me superaría. Me pregunté de qué servía todo
esto, ¿sólo para causar un buen espectáculo? Pues era justo lo que iba a hacer,
pero a mi manera.
-Estoy seguro de que
estás furioso, es normal... yo maté a tú hermana y todo eso. –Empecé a hablar,
su espada demasiado cerca de mí.
-No te servirá de nada
soltarme un discurso, morirás...
-Eso ya lo sé –decidí cortarlo
–pero hay algo que deberías aprender...
Ya había llegado arriba
del todo, ahora sí que no tenía escapatoria, me obligué a seguir adelante.
-La venganza no es un
buen aliado.
-No serás tú el que me dé
consejos a mí, no estás en posición de sentirte seguro.
Sus palabras no me
intimidaron. Yo ya había llegado al pico y ya casi podía sentir el viento
envolviéndome cuando cayera.
-Siento todo el dolor que
pude causarte, pero piensa que esto no fue culpa mía.
Fer me miró sin
comprender, sostenía la espada con mucha fuerza y le sudaban las manos.
-Te concederé el honor de
oír mis últimas palabras, aunque no creo que las merezcas.
Hice una pausa antes de
continuar, suspiré y miré por última vez hacia abajo, donde los demás me
miraban pasmados. Yo si estuviese en su lugar tampoco entendería nada, pero yo
lo había hecho, esto era mucho más grave que una sola matanza anual.
Fer se acercó a mí,
habría estado a punto de matarme si no hubiese visto como yo sonreía. Mis
talones dejaron de apoyarse en el suelo.
-Recuerda esto: a mí
nadie me mata.
Me di la vuelta y extendí
los brazos. Miré el que había sido mi lugar durante demasiados días y me lancé
al vació.
Los gritos del chico de
arriba ni siquiera me importaron, estaba seguro de que él correría la misma
suerte que yo. Durante los últimos instantes, sólo pude sentir mi cuerpo suspendido
en el aire.
FER:
He fallado, a mí mismo y a mi hermana. No pude
vengar su muerte. Ahora comprendo las palabras que Carlos me dijo, eran todas
ciertas. No le puedo culpar a él de la muerte de mi hermana, es todo culpa de
las personas escondidas detrás de las cámaras.
-Sé lo que debo hacer.
Me di la vuelta y planté
cara a la cámara más cercana, seguramente ella habría grabado cada segundo de
cada muerte. Levanté el dedo corazón de mi mano derecha y luego enfrenté al
vació.
-Esto va por ti, hermana.