Los dos cañonazos sonaron, uno detrás de otro.
CRIS:
Corremos lo mas deprisa que podemos con Laura, Fénix y
Marcos a nuestras espaldas.
Nos paramos los siete de golpe al ver los cuerpos con la
gran mancha roja a su alrededor.
Aparto la vista de inmediato y la dirijo hacia Oscar que
mira a Fer y a Carlos con pena.
-Se habrán divertido ¿no? –dice Sandra.- vámonos.
Al darnos la vuelta Laura, Fénix y Marcos bajan la calle
andando a paso ligero.
Álvaro gira el cuerpo de Carlos y Óscar lo rodea de piedras
blancas.
-¿Por qué no flores y setas? –pregunto.
Él no me contesta.
-¿Por qué no flores y setas? –repito.
-No quiero volver a repetir el mismo error que cometí con
Paula. –dice serio mirando la piedra que coloca en el hombro. – ya sabes… con
las setas…
-Si entiendo. –digo.
OSCAR:
Dejamos el cuerpo de Carlos rodeado de blancas y rosadas
piedras y caminamos cuesta abajo con la cabeza gacha.
Miro las piedras de la carretera cuando Sandra se pone a mi
lado y camina junto a mí.
-Dos menos. –dice Álvaro.
-Y uno de los nuestros. –digo.
La sonrisa desaparece de su cara y seguimos bajando con
cautela por la carretera. Nos metemos en un camino de tierra y andamos en fila
de dos, Cristina con Álvaro y Sandra conmigo.
Álvaro pasa el brazo por encima de los hombros de Cristina
y empieza ha hacerle cosquillas. Ella hace lo mismo.
Antes de llegar a lo que nosotros hemos llamado poza Cristina salta para esquivar la
mano de Álvaro y sale disparada hacia delante como una bala. Corremos hacia
ella y nos agachamos para ayudarla a levantarse.
Le doy la mano para ayudarla y ella la acepta. Primero
dobla las rodillas con cuidado y después se impulsa con la mano libre para
poder levantarse. Le agarro de la cintura y nos sentamos en el borde de la
arena.
-¿Cómo conseguiremos agua? Moriremos enseguida sin el río a
mano. –dijo Sandra de inmediato.
-Somos cuatro… tenemos una botella y media… no, no
duraremos. –dijo Álvaro.
CRIS:
De regreso al pueblo en la última cuerva Aitana salta
encima de mí con cuchillo en mano.
Intento esquivarla pero el gran pinchazo en la espalda hace
que no pueda manejar mis articulaciones, la rodilla de la pierna derecha cae en
el suelo sosteniendo mi cuerpo cinco segundos; después los brazos caen hacia
delante y mi cuerpo los sigue hasta estar totalmente tumbada en el suelo.
Solo siento las manos de Óscar dándome en la cara y sus
gritos.
-siga hay, no me valla, ¡Socorro! ¡Socorro!
Después dejo de escucharle, dejo de sentir las piedras en
mi espalda, los golpes en mi cara. Solo veo un cuchillo caer a mi lado.
-¡Cristina! ¡Cristina! –dice Sandra en voz baja.
-No veo. –consigo susurrar.
-¿Qué?
-¡Que no veo!
-¡Venid!
Escucho pasos que se acercan a paso ligero.
OSCAR:
Sandra mantiene la cabeza de Cristina sobre sus manos con
delicadeza.
-¿Qué pasa? –pregunto.
-No ve.
-¿Y eso?
-Ya sabéis, se ha quedado ciega.
-¡Imposible! –dice Álvaro. –le ha clavado el cuchillo en la
espalda.
-Dejadme a solas con ella. Quiero hablar.
Álvaro y Sandra salen por la puerta.
Cojo a Cristina por los hombros y la siento junto a la ver.
-¿Cómo estas? –pregunto.
-Anda, pero si me hablas, esto es nuevo.
Suspiro.
-En serio. –digo.
Ella echa la cabeza hacia atrás y la apoya en el radiador.
-Bien. –dice.
-Siento lo de la…
-No pasa nada. –me interrumpe. – ¿Por qué has estado
ignorándome?
-No puedo decírtelo.
-¿Cuál es la razón?
-Emm…
-¡Dímelo!
-Sandra y yo… Sandra y yo… vamos a… a… intentar sacarte de
aquí con vida. –consigo decir. – me refiero a que… tú serás la ganadora de este
año. Me sacrificaré por ti.
CRIS:
Esas palabras llegaron al corazón. Por un momento me dieron
ganas de abrazarle, pero yo, fuera, sin él… no podría. Eso me llenó de malos
sentimientos y disparé mi ira contra él. Mi mano fue directa a su cara y el
sonido del golpe hizo que se me revolvieran las tripas.
-¿De que vas? ¡Te crees que voy a salir de aquí sin ti!
-¿Cómo has sabido donde estaba mi cara? –preguntó.
-No estoy ciega Óscar, solo era para poder hablar contigo,
no me lo habrías dicho tan a la ligera. –grité. – no he estado ciega en ningún momento.
-Has conseguido engañarme.
- Si. –dije. –Ha y… desde hace tres días, Aitana ha estado
aliada con los otros tres.
Salí de aquella casa tan acogedora dando un portazo. Sandra
y Álvaro me miraron y se acercaron corriendo.
-¡No me toquéis! Sobre todo tú. –dije señalando a Sandra.
OSCAR:
Me levanto con la cara roja del golpe y hago lo mismo que
ella. Salgo deprisa, pero sin dar portazo.
-¿Qué le pasa? –preguntó Sandra.
-Mejor, ¿Cómo se ha recuperado tan rápido? ¿Eres… brujo o
algo? –preguntó Álvaro. –Además, en el Ocendistric 5 sois la mayoría
pelirrojos. Y a los pelirrojos se les consideró como brujos.
-Tú hermana por ejemplo. –dijo Sandra de repente. –no me
refiero que tu hermana sea bruja sino que es pelirroja.
-Prefiero no hablar de mi hermana.
-Si claro. –dijeron a la vez.
Después de esa conversación sin sentido Álvaro volvió a
preguntar:
-¿Qué la pasa?
-No ha estado ciega. Lo ha fingido para poder estar a solas
conmigo.
-¿Se lo has dicho entonces no? –preguntó Sandra. –habrá que
dejarlo.
-¡Ni de broma!
-¿De que habláis? –preguntó Álvaro.
-Nada, cosas nuestras.
CRIS:
Me siento bajo la sombra de un alto y robusto árbol con las
piernas encogidas y los brazos rodeándolas. Con esa postura la reciente herida
de la espalda pega unos cuantos pinchazos que me resultan la mar de molestos al
principio, después dejé de sentirlos. Bajo la cabeza y la meto entre las
rodillas. ¿Por qué ha hecho eso? ¿Por qué quiere salvarme a mí y no así mismo?
¿Pensará que su hermana ya está muerta y que no importa que él muera? Retiro
ese último pensamiento de la cabeza ya que me parece una crueldad y una
injusticia pensar de ese modo.
Escucho un sonido sordo a mis espaldas. Me giro para ver
que es y por sorpresa Sombra juguetea con una pequeña piña. Le cojo mientras
estiro las piernas y después lo deposito encima de estas.
OSCAR:
Los tres miramos la cuesta por donde se ha ido corriendo
Cristina.
Un sonido suena en mi cabeza constantemente. Me giro y veo
a los dos buscando lo mismo.
-¿Qué es? –pregunta Sandra.
Seguimos mirando y buscando el pequeño silbido.
-Son avispas. –dijo Álvaro. –miradlas dijo mientras cogía
una piedra para airárselo al avispero.
-¡No! –grité.
Pero la piedra atravesó el panal y un montón de pequeños
puntos revolotearon en torno a él.
-¡No son avispas, son ocenvispulas! ¡Corred!
Empezamos a correr cuesta abajo.
-Al río. –grité.
-¿Qué río? ¡Ya no hay río! –contestó Sandra.
-Entonces seguid corriendo.
Las ocenvispulas revoloteaban entorno a nosotros. Contaba
los pinchazos que me daban conforme bajaba corriendo.
Uno, dos…
Pisé una piedra y mi cuerpo se tambaleó hacia delante.
Tres, cuatro cinco…
El sonido se escuchaba cada vez más lejos. Pero no podía
más. Mi cuerpo calló al suelo con un sordo ruidito. Solo escuche a Sandra
gritar que se habían marchado.
CRIS:
Solo quería salvarme, solo quería que yo saliera con vida
de aquí. ¿Cómo he podido pegarle cuando él intentaba hacer algo por mí?
Me levanté con rapidez y con Sombra detrás corrí hasta
donde los había dejado.
Llamé a aquella casa. Esperé.
-¡Se que estáis enfadados pero abrir!
Seguí esperando.
-¡Lo digo enserio!
Volví a esperar.
-¡Venga ya!
Nadie abrió así que me subí al tejadillo de la entrada y
después pegué un salto y me metí dentro rompiendo la ventana. Todo estaba igual
que antes excepto la chimenea que estaba casi apagada.
-¿Dónde están? –susurré.
Abrí la puerta y salí para buscarlos.
Bajé a la cornucopia, después seguí bajando hasta la
zapatera, donde Carlos se invento el famoso titulo del libro que iba a escribir
Oscar, alas de agua.
-Nada. –volví a susurrar.
¿Si me había equivocado y esos gritos fueran suyos? ¿Si
alguno ha muerto? No, muertos no están, habría sonado el cañonazo.
Seguí andando a paso ligero hacia el bunker.
El suelo que antes era una carretera bien asfaltada ahora
estaba cubierta de tierra y piedras a las que voy dando patas mientras arrastro
los pies. En una de esas patadas, la arena que empujé volvió a mí. Miré hacia
delante pero no había nadie. Di un paso y luego no vi nada.
OSCAR:
Al abrir los ojos me encuentro tumbado en el sillón de una
casa. Sandra y Álvaro delante de mí hablan entre ellos mirándome.
-¡Oh! Al fin te despiertas. –dijo Álvaro. –eres difícil de
matar ehh… vas con una herida en el costado, con siete moratones y tres
raspones profundos en la pierna derecha, con un agujero de cuchillo en el
gemelo izquierdo, con seis picaduras de ocenvispulas y sigues aquí, luchando.
-¿Seis?
-Si, seis. ¿Te parecen pocas? –intervino Sandra.
-No, a decir verdad demasiadas para seguir vivo. –dije.
Me ayudaron a sentarme y después a levantarme.
-Las hojas están asquerosas.
-¿Qué hojas? –pregunté.
-Las que he tenido que morder para ponértelas encima de las
picaduras.
-A gracias. –digo mientras las tiro al suelo.
-Nada.
CRIS:
Levanto la cabeza con cuidado del suelo.
-El límite. –susurré.
Esta mañana el límite estaba más alejado
del pueblo. ¿Cómo puede estar ahora mas cerca?
Camino de vuelta al pueblo cuando
escucho unos pasos que se acercan corriendo. Me meto debajo de unos arbustos y
veo a Laura, Fénix, Aitana y Marquitos corriendo hacia el límite.
Sabiendo lo que va a pasar salgo a la
carretera llena de tierra y veo a Aitana y Fénix salir volando por los aires a
la vez que Laura y Marcos se paran en seco. Me reí hasta estar tirada en el
suelo y ellos me miraron, me escucharon.
Empecé a correr con Laura tirando
cuchillos a mis espaldas, intentando alcanzarme con alguno.
Corría hacia la plaza a toda velocidad
para que no me alcanzaran. Allí quietos en una ventana habían tres puntos que
se convertían en manchas, después en figuras y por último lo identifiqué;
Óscar, Álvaro y Sandra. Seguí corriendo.
Cuando estaba llegando ellos se
alertaron de los profesionales de detrás. Cuando pasé al lado de Sandra que
intentó cogerme olí el sudor de los tres.
OSCAR:
Se pararon de sopetón al vernos y se
dieron la vuelta cuando un pequeño sonido nos llamó la atención a todos.
AGUA.
Los pasos de Cristina se pararon, Laura
se petrificó con el cuchillo en la mano, Fénix se paró con Marquitos de
inmediato y Álvaro, Sandra y yo nos pusimos de puntillas para ver por encima de
sus cabezas.
Los pasos de Cristina volvieron a
escucharse, ¿Preferiría morir de sed que con un cuchillo? ¿Quería alejarse de
mí? ¿No quería volver a hablarnos?
Pero de repente una figura a mi
izquierda apareció corriendo con una cantimplora en la mano. ¡Cristina!
Puso la botella bajo el pequeño chorro
de agua mientras nosotros seguíamos embobados con el precioso sonido de las gotas hasta que el
sonido de un objeto metálico sonó contra una pared.
Despertamos de ese trance.
Cristina salio corriendo cuesta abajo y
todos corrimos a la pequeña fuente donde se desenvolvió una batalla.
Álvaro saltó encima de Fénix y Laura
encima de Sandra. Marcos y yo nos peleábamos por conseguir un poco de agua que
llevarnos a la boca.
Él puso su botella bajo el chorro pero
yo se la quieté y puse la mía.
Cuando Laura empezó a hablar todos la
miramos.
-Nosotros somos profesionales, merecemos
ganar, nos presentamos voluntarios todos los años para honrar a nuestro
Ocendistric, nos jugamos las vidas. –dijo acorralada por el árbol que tenía a
la espalda y por Sandra.
Mi cantimplora se lleno al tope y la
guarde en la mochila mientras ponía otra sin que marcos se diera cuenta.
-¡Astuta hija de puta! –gritó Sandra
mientras sacó el cuchillo de su cinturón y se lo metió por la boca.
Vomité en el suelo y eso le llamó la
atención a Marquitos que se dio la vuelta y me dio en la cara.
Cogí la cantimplora y me puse al lado de
Álvaro y Sandra.
Laura estaba clavada en el árbol por un
cuchillo que tiene en la boca. Depie. Fénix se acerca a ella con cuidado y
Marquitos la mira fijamente.
-¡Pudríos en el mismísimo infierno!
–gritó Fénix.
Nosotros salimos corriendo.
CRIS:
Me senté en la montaña para ver el agua
que había conseguido cuando un zumbido me alertó. Giré la cabeza hacia atrás y
en los tres grandes árboles los vi; cinco grandes enjambres de Ocenvispulas
colgaban de las ramas. Baje la colina sin hacer el más mínimo ruido.
El cielo empezó a oscurecerse y el frío
empezó a apoderarse de mi cuerpo.
Me subí a un árbol.
-Aquí se estará bien. –me dije a mi
misma.
Me senté en la rama más gorda y me até
con una cuerda al árbol.
-¡Así! –exclamé.
Deje la mochila colgando de una rama
rota y apoyé la cabeza en el tronco del árbol.
-Que bien. –susurré.
Después me dormí.
OSCAR:
Nos encontrábamos sentados bajo el cielo
oscuro.
-¿A que venía en insulto? –pregunté.
-Fénix y Marcos habían hecho un pacto
para morir ellos antes que laura; se sacrificarían por ella pasara lo que
pasara. Cristina también lo sabía.
¡Cristina!
Me había olvidado totalmente de ella. Al
estar corriendo durante media hora la adrenalina había podido conmigo. Apenas
habíamos bajado el ritmo y tenía las piernas doloridas, destrozadas, casi
desgarradas, los músculos estaban tensos y me tiraban.
CRIS:
El frío corría por mis venas con
violencia y forcejeando para poder congelarme. Deshice el nudo de la cuerda y
mi cuerpo resbaló por la rama y cayó al suelo.
Levanté la cabeza y empecé a caminar
despacio, bamboleándome de lado a lado como el mentor del Ocendistric 11.
-¿Qué me pasa? –susurré. -¿Porqué me
muevo de lado a lado?
EDWARD:
-Es necesario Cece. Se está muriendo de
hambre y de frío, solo tiene una pequeña cantimplora.
-No Edward. –dijo ella con severidad.
–no pienso darle nada, absolutamente nada para salvarle la vida.
-Cece, esa chica va a morir por el frío,
eso no le gustará a los espectadores.
Ella se paró de inmediato y se giró
lentamente.
-Para empezar tú no me darás órdenes,
pero tienes razón, es una muerte muy simple, el Ocentolio necesita un buen
espectáculo. –dijo. –vale, puedes enviarle algo.
-Eso mismo venía a decirte, solo quedan
siete y los productos son muy caros.
-entonces yo pagaré el producto a que me
sale gratis.
CRIS:
Mis oídos percibieron un pequeño sonido.
Levanté la cabeza y vi un gran paracaídas plateado colgado de una baja rama. No
me tuve que estirar para cogerlo porque llegaba a él.
Abrí la caja deprisa y corriendo con
grandes ansias de saber lo que había dentro. Un saco a mi medida.
Me puse bajo un árbol y me metí dentro
con cuidado. Dejé la mochila a mi lado y metía a sombra conmigo.
Esta vez dormí genial.
Abrí los ojos poco a poco, el sol me
deslumbraba. Oscar estaba mirándome, delante de mí. Me levanté sobresaltada y
salí del saco empujando a Sombra había fuera, Jackie movió la ancha cola de
zorro y se pusieron al lado.
-Hola. –dijo Sandra.
-Hola. –Contesté. -¿Qué hacéis aquí?
-¿Prefieres estar sola? –preguntó Oscar.
-No que va, es que…
-Es que… –dijo Álvaro
-No hay ningún es que no se porque he dicho eso. –dije.
OSCAR:
Cristina recogió su saco y lo metió en
la mochila, después empezamos a caminar con rapidez.
Caminamos por la calle donde Cristina se
encontró a Sombra, más bien donde Sombra encontró a Cris.
Un sonido agudo volvió a sonar. Esta vez
iba por el suelo, no eran ocenvispulas. Nos giramos todos de sopetón al
escuchar que se acercaba y hay lo vimos, una serpiente de cuatro metros de
largo yacía en el suelo, mirándonos. Empezó a desenroscarse y nosotros a correr
con ella reptando detrás.
-¡Seguid seguid! –gritaba Sandra que iba
la última.
Mi herida del costado empezó a abrirse
de tanto moverla y ejercitarla.
-¡Corred corred! –volvió a gritar. –se
está acercando.
Saqué mi último cuchillo del cinturón y
me paré en seco, lo lancé y atravesó el cuello de la gorda y grande serpiente
blanca de manchas amarillas. Volví y saqué el cuchillo del cuello de la
serpiente.
CRIS:
Cogí la serpiente y la enrosqué entorno
a mi cuello.
-¡Pesa! –grité.
-espera te ayudo. –dijo Álvaro.
-gracias.
Llevamos la serpiente entre los dos.
Dimos nueve pasos, contados, y
aparecimos en la plaza. La fuente estaba desierta, solo caía un fino chorro,
como un hilo. Corrimos todos a la vez hacia el chorro con la cola de la
serpiente arrastras. La dejamos en el suelo al lado de la fuente y sacamos
nuestras cantimploras.
-¿Qué es eso? Preguntó Óscar.
Todavía no me hablaba con él pero lo que
señaló me llamó la atención.
Quitamos la tapa de hierro y debajo
encontramos unas manecillas. Él las giró con rapidez y de la fuente salió un
chorro enorme. Todos pusimos las cantimploras, primero Sandra, luego Álvaro,
después yo y por último Oscar. Después apagamos la fuente y lo tapamos para que
Fénix, laura y marcos no pudieran beber.
Se escucharon unos gritos.
OSCAR:
Marquitos, Laura y Fénix aparecieron
corriendo con unos tigres peludos y blancos que corrían detrás de ellos.
Nosotros echamos a correr velozmente
cuesta arriba por una calle de suelo blanco.
-No nos han visto. –dijo Cristina.
-Puede que ellos no pero los mutos…
-¿Qué mu…? –me paralicé al verlos en el
tejado, estos eran igual solo que cada uno de un color, uno blanco, otro
anaranjado y otro mas oscuro el que el último.
CRIS:
Álvaro empezó a moverse.
-Chsss… -dije. –no te muevas.
-¿Por qué? -preguntó él.
-Si no nos han atacado todavía es por
una razón. –prosiguió Sandra. –solo responden al movimiento.
-Al sonido no por lo que se ve. –dijo
Álvaro.
-No, al sonido no responden. –dije.
Los mutos desaparecieron en el tejado.
-¡Ahora! –dijo Álvaro.
-No, podrían volver. –dije.
Me pareció raro que Oscar no hubiera
participado en la conversación.
-¿Oscar? –pregunté.
-Se ha ido. –dijo Sandra.
-¿¡Qué!?
-¡Si ahora! –grité.
Al llegar al cruce miré a todos lados
pero no le veía.
Algo cayó detrás de mí.
-Si, los del Ocentolio son muy
inteligentes. –dijo.
Me alegró volver a escuchar su voz.
-¿Qué quieres decir? –preguntó Sandra.
-Han hecho mutos del mismo aspecto pero
cada uno es dirigido por un wentido, unos por el sonido y otros por el
movimiento.
Una hormiga del tamaño de mi dedo
meñique cruzó delante de mí.
-¿Por qué es todo tan grande? –pregunté.
OSCAR:
-Venid. –dije.
Ellos me siguieron a paso ligero y les
llevé hasta la iglesia. Nos sentamos delante de la puerta y les dije:
-¿Nos os parece que este año falta algo?
Ellos se quedaron inmóviles durante un
buen rato.
-No.
-Pensad. –volví a decir.
Sandra abrió la boca para hablar pero
volvió a cerrarla.
-No, no falta nada.
-pensad… -dije alargando la a.
Ellos me miraron con cara de pocos
amigos.
-Estamos en los 45º Ocen Games ¿Qué
creéis que falta?
Ellos volvieron a mirarme con la misma
cara.
-¡De verdad no lo sabéis! –grité.
-No. –contestaron a la vez.
-Pues… estamos en un… vasallaje.
-¡Que! –gritó Cristina.
-Claro, el vasallaje se celebró en los
15º, en los 30º y ahora en los 45º. Cada quince años.
-Y además están haciendo un
recordatorio, en los 15º hicieron mas pequeña la arena y quitaron el agua, y en
los 30º todo eran mutos y ocenvispulas.
CRIS:
-Es verdad, ¿como no e podido caer en
ello? –dije.
-¿No te sonaban los mutos? –dijo Oscar.
–los tigres de colores, las hormigas del tamaño de nuestro dedo, las serpientes
Debuissies…
-¿Y las hormigas son rápidas? –preguntó
Álvaro.
-Si, demasiado.
-Pues a correr se ha dicho. –dijo.
-mirad hacia atrás.
Hicimos los que nos dijo y nos
levantamos de inmediato al ver a las grandes hormigas moverse en nuestra
dirección. Eran tantas que alguna se subía encima de otra. Van por las paredes
y tejados de las casas.
Empezamos a correr de inmediato, Sombra
y Jackie los primeros.
-¡Van a alcanzarnos! –gritó Óscar.
-¿Cómo es posible que sean mas rápidas
que las Debuissies? –preguntó Sandra.
Nadie contestó a esa pregunta, pues
nadie sabía contestarla.
-Estas hormigas repelen las setas con
las que murió Paula. –grité.
-La arena es pequeña, las setas estarán
fuera.
Tontos.
-Al lado de la Cornucopia están esas
setas.
Todos corrimos hacia la cornucopia con
velocidad.
Íbamos callejeando, algo que no nos daba
ventaja porque las hormigas iban en línea recta atajando, subiendo y bajando
paredes y casas.
Cuando llegamos a la cornucopia,
saltamos las setas que hacían un círculo en torno a ella. Las hormigas se
acercaron pero se pararon de repente al estar cerca de las Craterellus cornucopioides.
OSCAR:
Fénix y Marcos corrían a toda velocidad
para que no se les subieran las hormigas encima y saltaban encima de ellas
aplastándolas con brutalidad para poder llegar a la cornucopia.
Cristina dio un paso adelante cuando
Marquitos entró en el círculo y tiró la pesada y gorda Debussy con fuerza
encima de Fénix, que cayo al suelo con un sonido sordo.
Él apartó la Debussy pero ya era tarde, empezó a gritar como loco y a moverse rápidamente. Las hormigas del tamaño de mí
meñique se metían por la boca de Fénix. Las demás escucharon los gritos y todas
arrastraron el cuerpo hacia su hormiguero.
Marquitos salió corriendo con Aitana que
se había subido a un árbol.
-Parece que las hormigas han estropeado su
plan. –dijo Álvaro.
-Sigámoslas. –dije.
CRIS:
Seguimos a las hormigas con cuidado, escondiéndonos
de ellas tras árboles, casas, muros, arbustos…
El cuerpo de Fénix estaba casi desnudo al
haber sido arrastrado y mordisqueado.
-Por suerte no se le ve nada. –dije.
Todos se rieron de mi broma.
Cuando las hormigas torcieron la esquina
corrimos hacia ellas.
Agonizaban todas en el suelo retorciendo
las patas y las antenas, moviéndolas de lado a lado.
El cuerpo de Fénix yace en el suelo.
-Han venido los del Ocentolio a recoger el
cuerpo. –dijo Sandra. -Alejémonos, para cuando el cuerpo desaparezca las
hormigas volverán a caminar.
Nos alejamos despacio.
*Cañonazo*
El Aerodeslizador recogió el cuerpo con
delicadeza y desapareció.
Nosotros volvimos de regreso a la gran
casa en la que ayer estábamos alojados. Me tumbé en un sillón y cerré los ojos,
Oscar, Álvaro y Sandra hicieron lo mismo.
Gran capítulo! Largo, como los que me gustan a mí :D
ResponderEliminarEspero que no tardes mucho en subir el siguiente!
Un beso