CRIS:
Despertamos de madrugada, el rostro de Paula ya ha salido en el cielo. Quedamos pocos, o por lo menos pocos en comparación con los que fuimos al principio. Aitana sigue desaparecida, Marco está muerto y... no sé el tiempo que nos quedará a nosotros en la arena.
Hoy todo está muy tranquilo, puede que estén rindiendo culto a Marco, pero no es probable. Queda poca comida, y cada vez hace más frío, los frutos de los arbustos se han convertido todos en bayas de Libertad Amarilla.
-Necesito comer... -Se queja Carlos, que está sentado en el suelo mientras se zarandea a delante y atrás.
-No duraremos mucho más así. -Dice Sandra mientras hace una mueca.
-¿Y qué queréis que hagamos sino? -Pregunta Óscar mirándonos a todos.
-Podríamos salir y buscar comida fuera. -Propone Álvaro.
-O robarla. -Todos se quedan callados cuando hablo, y me miran de repente. -¡Eh, no me miréis así! Sabéis que tengo razón...
Lo último lo digo como un susurro, pero todos me oyen. Se hace un silencio y Óscar se acerca a mí, asiente con la cabeza. Pronto todos los demás están bajando la colina, camino del pueblo.
ÓSCAR:
No queríamos admitirlo, pero Cristina tiene razón. Lo mejor que podemos hacer es robar la comida, si es que todavía queda alguien en la maldita arena que tenga algo.
Cuando llegamos a la cornucopia no vemos ni rastro de los profesionales, solo sangre y trozos de piedra.
Los recuerdos me invaden en cuanto llegamos a la iglesia, todo sigue demasiado reciente y puedo ver como ronda una lágrima por la mejilla de Álvaro, Cristina aparta la mirada hacia el cielo y como los demás miran al suelo.
Yo voy delante, y soy el primero en escuchar las dos voces. Una de chica, que claramente pertenece a Laura y otra de chico, que ahora mismo no consigo saber a qué profesional pertenece.
Levanto la mano para que los demás se detengan y avanzamos agazapados entre la hierba de detrás de la iglesia. Desde aquí ya se puede oír con claridad lo que dicen.
-Te quiero... -Susurra el chico.
-Lo sé. -Responde Laura con seguridad.
-Pero... esto no puede ser, ¿lo entiendes?
-¡No! -Laura eleva la voz. -¡¿No lo entiendo vale?! Si dos personas se quieren tiene derecho a estar juntas. ¡¿Lo entiendes tú?! Porque empiezo a pensar que lo que pasa es que TÚ no me quieres...
Se le quiebra la voz y puedo ver como todos nosotros hemos contenido la respiración. Cristina está agachada a mi lado y me lanza una mirada que lo dice todo: "Odio este maldito mundo"
-En estos momento tú no puedes pensar eso. Te he dado todo lo que soy y te he demostrado que puedo dar mi vida por ti. ¿Es que eso no sirve? -Ahora que le oigo mejor... creo que puedo reconocer esa voz, pero su conversación es desconcertante.
-Yo... solo sé que te quiero, no necesito nada más.
Hacen una pausa, solo se oye una risita y casi puedo ver la sonrisa de él. Fénix, nunca le habría imaginado así, tal y como nos acaba de demostrar que es.
-Laura... se me hace imposible olvidar lo que siento por ti, incluso cuando esté muerto yo... me acordaré de ti.
-No llegará esa situación. -Asegura ella.
-¿Por qué dices eso? -Pregunta él, esperándose lo peor.
-Porque tú NO MORIRÁS. Yo me encargaré personalmente de ello, y si muero será cuando todos los demás también lo estén.
Trago saliva y un escalofrío me recorre todo el cuerpo.
-Tengo miedo de que hagas alguna tontería, pero yo haré lo mismo. -Dice Fénix convencido.
-Entonces, cuando los demás ya no estén aquí los dos seremos felices ¿vale?
-Siempre.
Asomo la cabeza y llego a verles. Los dos están tumbados en la hierba de encima de la colina, a la sombra de un árbol. Se besan y dejo de verles. Cristina me ha arrastrado del brazo hasta una roca y pocos segundos después oímos como empiezan a andar. Me entra un miedo irracional a que nos descubran.
CRIS:
Sé lo que es querer a alguien y no poder estar con él, pero esta pareja de profesionales da mal rollo. Ahora que sabemos lo que sienten será más peligroso matarles, y más difícil.
Pasan justo por delante nuestra, los dos van de la mano pero con las armas preparadas para matar. Noto como Sandra se remueve detrás de mí, sé de sus ansias de matar a la chica morena, pero creo que se acaba de dar cuenta de que para matar a Laura... primero habrá que pasar por encima de Fénix.
Subimos la colina en la que estaban ellos, agarrándonos a la hierba. Es muy empinada y está muy alta, pero no nos resulta difícil. Óscar va por el peor camino, donde no hay hierba y solo hay barro, pero sabiendo lo ágil que es no me preocupo.
Cuando llegamos arriba vemos un árbol, justo en donde Fénix y Laura estaban. En su tronco podemos leer perfectamente las letras escritas con un cuchillo: L & F
-¿Y ahora qué? -Pregunta Carlos rompiendo el silencio. -No tenemos comida.
-Sigamos adelante. -Óscar parece muy seguro al decirlo, pero noto en su voz el cansancio acumulado.
-Sí, -asiento- veamos a dónde van.
Seguimos a Laura y Fénix durante más de diez minutos, hasta que les vemos desaparecer dentro de una casa enorme. Es de color amarilla y en el piso de arriba hay una terraza. Fer está asomado en ella, mientras afila un cuchillo.
ÓSCAR:
De la puerta sale Marquitos con una mochila colgada del hombro y parece que se dirige hacia nosotros. Casi no nos da tiempo a reaccionar pero conseguimos pegarnos a una pared.
-Esa mochila seguro que lleva comida. -Nos informa Álvaro.
Yo asiento y preparo mi cuchillo. Cristina acerca su mano a la venda de la pierna y saca otro, un buen escondite. Veo los copos de nieve empezar a acumularse en nuestros pelo.
Marquitos se acerca cada vez más, y yo espero el momento en el que clavarle el cuchillo en el cuello. Quiero ver su sangre rodar por el suelo, luego vendrá el escándalo y saldremos huyendo, pero con una mochila llena de provisiones.
Cuando llega el momento solo han pasado diez segundos desde que salió por la puerta. Aparece al doblar la esquina y yo muevo ágilmente el cuchillo, pero le subestimo y me encuentro con que se ha agachado y que su lanza se me ha clavado en un costado.
CRIS:
Óscar cae al suelo, como si su cuerpo pesase una tonelada. Mis ojos se llenan de lágrimas y las convierto en rabia. Me lanzo encima de él, en el salto más alto que he dado en toda mi vida, paso por encima de Óscar y caigo encima de Marquitos. Su arma sale volando lejos de nosotros y se protege con las manos mientras forcejeamos. Veo de reojo como Carlos y Sandra cojen a Óscar y se lo llevan corriendo. Fer ha oído los gritos y también se dirije hacia nosotros, pienso que es el fin. Pero no, la rabia se ha apoderado de mí y no quiere salir, tampoco yo lo intento.
Lanzo un grito e intento clavar el cuchillo en cualquier parte del cuerpo de Marquitos. Rompo las cuerdas que sujetaban la mochila y la lanzo hacia Álvaro, que está corriendo hacia mí.
-¡Vámonos! -Me grita, y sigue gritando cosas que no entiendo, yo solo me muevo por la rabia.
Creo que falta poco para que Marquitos muera. Pienso en Lorena, en Paula, en Ángela... y en todas las otras personas inocentes que han muerto. Cojo el cuchillo aún más fuerte, con la mano bien cerrada en torno al mango, veo a Fer pararse perplejo a tres metros de mí.
Pero soy incapaz de matar a Marquitos, vuelvo a guardar el cuchillo y de repente me elevo por los aires. Álvaro me ha cogido por la cintura y me aleja medio a rastras. Yo no me resisto, contemplo al chico al que he estado a punto de... matar -esa palabra sabe amarga- y a Fer, que se le lleva a la casa amarilla con la ayuda de Fénix.
-Oscar... ¿está muerto? -Me atrevo a preguntar cuando Álvaro deja de andar.
Miro a mi alrededor y veo que estamos en una casa abandonada, que ya no tiene ni siquiera techo.
-No lo sé. -Traga saliva y se queda tumbado en el suelo, su pelo moreno está blanco por la nieve.
-Lo siento... -Me mira sin comprender. -Por todo, ya sabes. Por haberme vuelto loca, por lo de los cuchillos... y por lo de Ángela.
Veo el dolor y la añoranza en sus ojos. Creo que no tendría que haber dicho eso, pero solo quería que lo supiese. Veo que sonríe y cambia de tema.
-¿Tú crees que estás loca? -Su pregunta me sorprende pero yo solo hago un ruido afirmativo. -Pues sí, siento decirte que tienes toda la razón, estás como una cabra.
Le doy un puñetazo suave en el hombro y nos reímos.
ÓSCAR:
Creo que estoy inconsciente, no consigo ver mi al rededor, solo siento como unas manos me zarandean de un lado a otro. Me quitan el abrigo y luego la camiseta, siento como la brisa toca la herida y me estremezco, pero mi cuerpo no se mueve. Fuera, en el mundo al que no creo pertecener, Sandra intenta encender el fuego y Carlos busca todo lo que nos queda de medicamentos. Intento preguntar en voz alta dónde se encuentran Álvaro y Cristina, pero la voz se me queda atascada en la garganta.
Lo último que recuerdo es a Cristina saltar por encima de mí y caer sobre Marquitos, vi sus lágrimas y esa expresión de rabia. Quise gritarla que estaba vivo, que le dejase marchar a él y me ayudase a curarme, pero ella se movía por la furia. No quiero que piense que estoy muerto, porque no lo estoy. He visto la muerte como nunca la había presenciado, y creo que eso me ha cambiado.
CRIS:
-¿Sabes una cosa? -Pregunto mientras me muerdo la lengua. -Tengo miedo.
-Ya... Yo también. -Lo último lo dice en un susurro tan bajo que casi ni lo oigo.
-¿Qué has dicho? -Digo medio riéndome.
-Que yo también tengo miedo ¿vale? -Agacha la cabeza después de decirlo.
-Tranquilo, no le diré a nadie que tienes sentimientos.
domingo, 24 de febrero de 2013
Capítulo 16 -La Venganza-
CRIS:
Me despierto mareada con en abrigo
de Sandra por encima. Carlos y Álvaro están a mi lado sentados alrededor del
fuego calentándose las manos.
-¿Y Oscar? –pregunto.
-Con Sandra y Paula. –contesta
Álvaro.
-Se han ido a por agua. –acaba de
decir Carlos. –por el camino de tierra.
-¿Donde estamos? –vuelvo a
preguntas.
-Oscar lo ha llamado árbol de la
horca. –dice Carlos.
Sonrío y después salgo de debajo
del abrigo y cojo mi cinturón para salir en busca de ellos.
-Voy a buscarles.
-Vale. –dicen a la vez.
Bajo la cuesta a paso ligero y voy
callejeando por el pueblo, pero escucho unas voces que me detienen. Me pego a
la pared. Marquitos, Laura y Fénix andan hacia mi calle.
OSCAR:
Llegamos a la fuente sacamos las
cantimploras. El cielo está nublado, tiene pinta de que va a nevar.
-Oscar, ¿En que piensas? –pregunta
Sandra.
-En el tiempo. –contesto.
Ella se agacha y pone su
cantimplora en el chorro para que se llene.
-Va ha nevar. –dice Paula.
-¿Cómo lo sabes? –pregunto.
-Mi ocendistric se encarga del
transporte, de los trenes, coches… -dice Paula.
-¿Y que? –preguntamos Sandra y yo
a la vez.
-si no tenemos en cuenta la
temperatura no sabríamos cuando los motores podrían congelarse, podrían
explotar, achicharrarse... –se queja Paula.
Sandra y yo asentimos con la
cabeza y después yo me agacho a llenar mi cantimplora y la de Cristina.
CRIS:
Se acercan a mi calle y no tengo
escapatoria. No se si correr, quedarme quieta, esconderme hasta que recordé lo
de Oscar. Los escondites más inútiles es
donde nadie mira. Así que me puse de cuclillas entre unas pequeñas macetas,
me tape las piernas con la chaqueta y bajé la cabeza escondiéndola entre mis
rodillas. Ellos pasan andando a mi lado y hay está la prueba, el sitio es tan
fácil de ver que la gente no se fija en el.
Una vez que se han alejado y ya no
pueden verme, saco la cabeza las piernas y me pongo a andar hacia el camino de
tierra.
-¡Cristina! –escucho.
Miro hacia delante y veo a Oscar
acompañado de Sandra y Paula. Corro hacia a ellos y ellos corren hacia mi.
-¿Cuándo te has despertad? –me
pregunta Oscar con una sonrisa.
-Antes de salir, hará una media
hora o algo así. –contesto.
Sigo andando con ellos de camino a
casa cuando dice Paula.
-Alguien nos sigue.
Todos vamos a darnos la vuelta pero
ella nos lo impide cuando termina de hablar.
-No os deis la vuelta. Seguir como
antes, así no sospecharán de nosotros.
Todos la hacemos caso y seguimos
diciendo cosas mientras otros se ríen.
OSCAR:
Paula y Cristina se ponen ha
hablar. Sandra me mira nerviosa y me dice a regañadientes:
-Saca tema…
Cuando no se que decir me viene
una cosa a la cabeza.
-Hoy va a nevar. –digo alargando
la a de nevar.
Sandra se ríe un poco cuando sigue
hablando del tema.
Los pasos son flojos y casi
inaudibles, son como si nos siguieran tres o cuatro personas delgaduchas. Ocho
pies, pasos flojos y débiles… me suenan. Me paro en seco y me doy la vuelta.
-Oscar que haces. –murmura
Cristina.
Al no darme la vuelta ella se
piensa que no la he escuchado.
-¡¡Oscar vámonos!! –vuelve a
gritar.
Me giro y le digo a Cristina:
-¿De verdad no conoces los pasitos
débiles?
-No. –contesta.
De entre los árboles se asoman
unas colas de colores, una negra y una rojiza.
-¡Sombra! –grita Cristina
totalmente feliz de volver a verla.
Me acerco a Jackie y le acaricio
la cabeza suavemente. Cristina me mira y dice:
-¿Volvemos?
Todos asentimos con la cabeza y
seguimos andando, callejeamos por las diminutas y estrechas calles hasta que
llegamos al pie de la montaña. Cuando empezamos a subir un cuchillo se clava en
la pierna de Cristina.
CRIS:
Un dolo se apodera de mi pierna.
Unos brazos me agarran y me arrastran hacia arriba. No puedo hacer nada más que
gritar y apretarme la herida. Oscar se pone delante de mi.
-Cristina… respira hondo no va a
pasar nada.
En su rostro se refleja la
angustia y el nerviosismo.
-Voy a curarte, no te muevas.
Miro montaña abajo y veo a Marco y
Laura peleando contra Sandra y Paula.
-Ayuda, ayuda… -digo mientras
oscar me tumba en el suelo.
-Cristina no va a pasar nada. –me
dice asustado.
Saca las vendas usadas y me lata
con fuerza la herida. La presión me calma pero a la vez me duele.
Oscar desaparece cuesta abajo
después de dejarme apoyada en una piedra con Sombra y Jackie. Sombra Se reboza
en mi pierna sana haciéndome señal de que la acaricie mientras que Jackie está
atenta a todos los movimientos de Oscar.
-¡Socorro! –grito.
Oscar me mira pero vuelve a
girarse. Álvaro salta desde la roca y me coge. Me sube montaña arriba
acompañado de Carlos.
No diferencio el entorno, todo lo
veo borroso y mis parpados empiezan a cerrarse.
-No puedo dejar que Oscar luche
solo. –intento decir.
-¿Qué? –dice la voz de Álvaro.
Empiezo a moverme de un lado para
otro hasta que caigo al suelo. Me levanto y vuelvo corriendo cuesta abajo para
ayudar a Oscar.
OSCAR:
Paula y Sandra tienen rodeado a Marco. Pero yo
tengo los chillidos ahogadores de Laura en mi oreja.
-¡Deja de gritar! –digo clavándole
un cuchillo a laura en el mismo sitio dende se lo clavó a Cristina.
Ella se abalanza sobre mí. Esta
encima de mi y tiene una postura que me deja inmóvil. Por más que me mueva no
consigo quitármela de encima. Saca sus cuchillos y dice:
-¿Por donde empezamos?
La miro con cara de odio cuando
vuelve a decir.
-No solo vas a morir tú, también
tu amiguita, ¿como se llama? Ohh si Cristina.
-¡Tu no acabaras conmigo pedazo de
inutil! –dice una voz de fondo.
Laura y yo giramos la cabeza.
Cristina está en el aire y se abalanza contra Laura quitándomela de encima y
airándola cuesta abajo. Me levanto y digo:
-Gracias, pero… ¡deberías estar en
el árbol!
-¿Te pensabas que iba a dejarte
luchar solo? –dice sonriendo.
Un grito masculino se escucha de
fondo. Laura, Cristina, Carlos, Álvaro y yo nos giramos para ver lo sucedido.
Paula tiene el cuchillo clavado en
la boca de Marco.
-Esto por Lorena. –dice enfadada y
extrayéndole el cuchillo de la boca.
Laura chilla y sale corriendo
perdiéndose entre las casas.
CRIS:
Escucho la voz de Oscar regañarme
por haber salido en busca suya.
-¿Cristina estas loca? ¡Podían haberte
matado! ¿No lo entiendes?
Esbozo una sonrisa y después me
dirijo hacia el.
-Pero no lo han hecho. –digo.
Nos alejamos del cuerpo de Marco y
desaparecemos por detrás de la montaña. Llegamos al árbol de la horca donde el
fuego está casi apagado y nuestras mochilas están apoyadas en el tronco. Jackie
y Sombra están tumbadas sobre las mochilas, nos miran interrogantes.
-No me encuentro bien. –dice
Paula.
Todos la miramos y le decimos:
-¿Que te pasa?
Ella cierra los ojos y se cae al
suelo. La cogemos y la tumbamos junto al fuego.
-Estoy mareada. –dice. –tengo
calor y veo borroso.
La alejamos del fuego y la
volvemos a preguntar:
-¿Que has comido?
-Nada. –responde.
-¿Te llevaste las manos ala boca
después de tocar las Craterellus
Cornucopioides? –pregunto.
-Creo… creo que
si. –responde.
OSCAR:
Cojo a Carlos y
lo alejo de ellos.
-Se que va a
dolerte. Pero no hay manera de sacar el veneno de su cuerpo. –digo.
-¡Que no hay
manera! –grita.
-Carlos, es una
de las setas mas venenosas del mundo la mayoría de la seta es venenos.
-Ella no se la
ha comido.
-Pero ha tocado
la parte exterior y… tiene una capa toxica.
Unas lágrimas
salen de sus ojos. Nos volvemos ha acercar al fuego.
-¿Hay mas
síntomas? –pregunta Álvaro.
-No. –respondo.
Paula intenta
hablar pero no lo consigue. La lengua ha empezado a hincharse.
Está
oscureciendo y las nueves parecen esponjosas. ¡Va ha empezar a nevar! Paula
mira al fuego y Carlos habla con ella mientras Álvaro y Sandra los miran con
pena, y Cristina y yo acariciamos a Sombra y a Jackie. Nos acercamos ha ellos y
nos sentamos junto al fuego.
Le acariciamos
el cabello a Paula. Esta vez Paula no deja de mirar al cielo donde se ven unas
bonitas estrellas.
-Te pondrás
bien. –susurra Carlos.
-Mientes.
–consigue decir Paula tosiendo al final.
Ella cierra los
ojos y su pecho poco a poco deja de moverse.
-Me ha
encantado haberos conocido. –vuelve a decir Paula. –Pero ojala no hubiese sido
aquí.
Todos sonreímos
un poco. Sus ojos se pierden y su pecho se para en seco.
-Ha dejado de
moverse. –grita Carlos.
Mis ojos se
llenan de lágrimas y alguna resbala por mis mejillas.
Dejamos a Paula
a quinientos metros del árbol. Cuando volvemos Jackie y Sombra están tumbados
en los abrigos.
CRIS:
-Atención
tributos, atención; dentro de unos minutos habrá un banquete en la cornucopia,
quien no asista tendrá una muerte inminente. –dice la voz de Claudius
Templesmith.
Nos miramos
interrogantes y después salimos disparados hacia la plaza. Bajamos la montaña a
toda prisa sin pensar en que nos vean. Yo creo que ninguno quiere una muerte
inminente.
Callejeamos
hasta que llegamos a la iglesia. La mancha de sangre del cuerpo de Ángela sigue
en el suelo. Álvaro la mira y retira rápidamente la vista.
El roble sigue
en el suelo y los cachos del frontón siguen desperdigados.
Nos miramos
entre nosotros y Oscar dice:
-¿Corremos?
De repente nos
veo corriendo a los cinco hacia la cornucopia. Nos metemos dentro y nos
apoyamos contra la pared para que nadie nos vea si se asoma.
La mesa sale
con gran rapidez.
-¿Pero que es
eso? –pregunta Sandra.
-Es… ¡Enorme!
-Vamos deprisa.
–dice Carlos sigiloso.
Nos movemos
sigilosamente hacia la mesa. Oscar sale disparado cogiendo lo suyo. Todos le
seguimos cogiendo lo nuestro. Cuando nos alejamos y nos perdemos entre los
árboles nos sentamos bajo el nuestro y lo abrimos.
-¿Porque nos
mandan batas? –pregunto confusa.
-Por eso.
–responde Carlos señalando al cielo.
Copos del
tamaño de una del dedo gordo caen con suavidad.
-son térmicas.
–dice Sandra. –lo pone en la etiqueta.
Nos tumbamos
usando las mochilas como almohadas y caemos en un profundo sueño.
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