domingo, 24 de febrero de 2013

Capítulo 17 -Sentimientos Desconocidos-

CRIS:
Despertamos de madrugada, el rostro de Paula ya ha salido en el cielo. Quedamos pocos, o por lo menos pocos en comparación con los que fuimos al principio. Aitana sigue desaparecida, Marco está muerto y... no sé el tiempo que nos quedará a nosotros en la arena.
Hoy todo está muy tranquilo, puede que estén rindiendo culto a Marco, pero no es probable. Queda poca comida, y cada vez hace más frío, los frutos de los arbustos se han convertido todos en bayas de Libertad Amarilla.
-Necesito comer... -Se queja Carlos, que está sentado en el suelo mientras se zarandea a delante y atrás.
-No duraremos mucho más así. -Dice Sandra mientras hace una mueca.
-¿Y qué queréis que hagamos sino? -Pregunta Óscar mirándonos a todos.
-Podríamos salir y buscar comida fuera. -Propone Álvaro.
-O robarla. -Todos se quedan callados cuando hablo, y me miran de repente. -¡Eh, no me miréis así! Sabéis que tengo razón...
Lo último lo digo como un susurro, pero todos me oyen. Se hace un silencio y Óscar se acerca a mí, asiente con la cabeza. Pronto todos los demás están bajando la colina, camino del pueblo.

ÓSCAR:
No queríamos admitirlo, pero Cristina tiene razón. Lo mejor que podemos hacer es robar la comida, si es que todavía queda alguien en la maldita arena que tenga algo.
Cuando llegamos a la cornucopia no vemos ni rastro de los profesionales, solo sangre y trozos de piedra.
Los recuerdos me invaden en cuanto llegamos a la iglesia, todo sigue demasiado reciente y puedo ver como ronda una lágrima por la mejilla de Álvaro, Cristina aparta la mirada hacia el cielo y como los demás miran al suelo.
Yo voy delante, y soy el primero en escuchar las dos voces. Una de chica, que claramente pertenece a Laura y otra de chico, que ahora mismo no consigo saber a qué profesional pertenece.
Levanto la mano para que los demás se detengan y avanzamos agazapados entre la hierba de detrás de la iglesia. Desde aquí ya se puede oír con claridad lo que dicen.
-Te quiero... -Susurra el chico.
-Lo sé. -Responde Laura con seguridad.
-Pero... esto no puede ser, ¿lo entiendes?
-¡No! -Laura eleva la voz. -¡¿No lo entiendo vale?! Si dos personas se quieren tiene derecho a estar juntas. ¡¿Lo entiendes tú?! Porque empiezo a pensar que lo que pasa es que TÚ no me quieres...
Se le quiebra la voz y puedo ver como todos nosotros hemos contenido la respiración. Cristina está agachada a mi lado y me lanza una mirada que lo dice todo: "Odio este maldito mundo"
-En estos momento tú no puedes pensar eso. Te he dado todo lo que soy y te he demostrado que puedo dar mi vida por ti. ¿Es que eso no sirve? -Ahora que le oigo mejor... creo que puedo reconocer esa voz, pero su conversación es desconcertante.
-Yo... solo sé que te quiero, no necesito nada más.
Hacen una pausa, solo se oye una risita y casi puedo ver la sonrisa de él. Fénix, nunca le habría imaginado así, tal y como nos acaba de demostrar que es.
-Laura... se me hace imposible olvidar lo que siento por ti, incluso cuando esté muerto yo... me acordaré de ti.
-No llegará esa situación. -Asegura ella.
-¿Por qué dices eso? -Pregunta él, esperándose lo peor.
-Porque tú NO MORIRÁS. Yo me encargaré personalmente de ello, y si muero será cuando todos los demás también lo estén.
Trago saliva y un escalofrío me recorre todo el cuerpo.
-Tengo miedo de que hagas alguna tontería, pero yo haré lo mismo. -Dice Fénix convencido.
-Entonces, cuando los demás ya no estén aquí los dos seremos felices ¿vale?
-Siempre.
Asomo la cabeza y llego a verles. Los dos están tumbados en la hierba de encima de la colina, a la sombra de un árbol. Se besan y dejo de verles. Cristina me ha arrastrado del brazo hasta una roca y pocos segundos después oímos como empiezan a andar. Me entra un miedo irracional a que nos descubran.

CRIS:
Sé lo que es querer a alguien y no poder estar con él, pero esta pareja de profesionales da mal rollo. Ahora que sabemos lo que sienten será más peligroso matarles, y más difícil.
Pasan justo por delante nuestra, los dos van de la mano pero con las armas preparadas para matar. Noto como Sandra se remueve detrás de mí, sé de sus ansias de matar a la chica morena, pero creo que se acaba de dar cuenta de que para matar a Laura... primero habrá que pasar por encima de Fénix.
Subimos la colina en la que estaban ellos, agarrándonos a la hierba. Es muy empinada y está muy alta, pero no nos resulta difícil. Óscar va por el peor camino, donde no hay hierba y solo hay barro, pero sabiendo lo ágil que es no me preocupo.
Cuando llegamos arriba vemos un árbol, justo en donde Fénix y Laura estaban. En su tronco podemos leer perfectamente las letras escritas con un cuchillo: L & F
-¿Y ahora qué? -Pregunta Carlos rompiendo el silencio. -No tenemos comida.
-Sigamos adelante. -Óscar parece muy seguro al decirlo, pero noto en su voz el cansancio acumulado.
-Sí, -asiento- veamos a dónde van.
Seguimos a Laura y Fénix durante más de diez minutos, hasta que les vemos desaparecer dentro de una casa enorme. Es de color amarilla y en el piso de arriba hay una terraza. Fer está asomado en ella, mientras afila un cuchillo.

ÓSCAR:
De la puerta sale Marquitos con una mochila colgada del hombro y parece que se dirige hacia nosotros. Casi no nos da tiempo a reaccionar pero conseguimos pegarnos a una pared.
-Esa mochila seguro que lleva comida. -Nos informa Álvaro.
Yo asiento y preparo mi cuchillo. Cristina acerca su mano a la venda de la pierna y saca otro, un buen escondite. Veo los copos de nieve empezar a acumularse en nuestros pelo.
Marquitos se acerca cada vez más, y yo espero el momento en el que clavarle el cuchillo en el cuello. Quiero ver su sangre rodar por el suelo, luego vendrá el escándalo y saldremos huyendo, pero con una mochila llena de provisiones.
Cuando llega el momento solo han pasado diez segundos desde que salió por la puerta. Aparece al doblar la esquina y yo muevo ágilmente el cuchillo, pero le subestimo y me encuentro con que se ha agachado y que su lanza se me ha clavado en un costado.

CRIS:
Óscar cae al suelo, como si su cuerpo pesase una tonelada. Mis ojos se llenan de lágrimas y las convierto en rabia. Me lanzo encima de él, en el salto más alto que he dado en toda mi vida, paso por encima de Óscar y caigo encima de Marquitos. Su arma sale volando lejos de nosotros y se protege con las manos mientras forcejeamos. Veo de reojo como Carlos y Sandra cojen a Óscar y se lo llevan corriendo. Fer ha oído los gritos y también se dirije hacia nosotros, pienso que es el fin. Pero no, la rabia se ha apoderado de mí y no quiere salir, tampoco yo lo intento.
Lanzo un grito e intento clavar el cuchillo en cualquier parte del cuerpo de Marquitos. Rompo las cuerdas que sujetaban la mochila y la lanzo hacia Álvaro, que está corriendo hacia mí.
-¡Vámonos! -Me grita, y sigue gritando cosas que no entiendo, yo solo me muevo por la rabia.
Creo que falta poco para que Marquitos muera. Pienso en Lorena, en Paula, en Ángela... y en todas las otras personas inocentes que han muerto. Cojo el cuchillo aún más fuerte, con la mano bien cerrada en torno al mango, veo a Fer pararse perplejo a tres metros de mí.
Pero soy incapaz de matar a Marquitos, vuelvo a guardar el cuchillo y de repente me elevo por los aires. Álvaro me ha cogido por la cintura y me aleja medio a rastras. Yo no me resisto, contemplo al chico al que he estado a punto de... matar -esa palabra sabe amarga- y a Fer, que se le lleva a la casa amarilla con la ayuda de Fénix.
-Oscar... ¿está muerto? -Me atrevo a preguntar cuando Álvaro deja de andar.
Miro a mi alrededor y veo que estamos en una casa abandonada, que ya no tiene ni siquiera techo.
-No lo sé. -Traga saliva y se queda tumbado en el suelo, su pelo moreno está blanco por la nieve.
-Lo siento... -Me mira sin comprender. -Por todo, ya sabes. Por haberme vuelto loca, por lo de los cuchillos... y por lo de Ángela.
Veo el dolor y la añoranza en sus ojos. Creo que no tendría que haber dicho eso, pero solo quería que lo supiese. Veo que sonríe y cambia de tema.
-¿Tú crees que estás loca? -Su pregunta me sorprende pero yo solo hago un ruido afirmativo. -Pues sí, siento decirte que tienes toda la razón, estás como una cabra.
Le doy un puñetazo suave en el hombro y nos reímos.

ÓSCAR:
Creo que estoy inconsciente, no consigo ver mi al rededor, solo siento como unas manos me zarandean de un lado a otro. Me quitan el abrigo y luego la camiseta, siento como la brisa toca la herida y me estremezco, pero mi cuerpo no se mueve. Fuera, en el mundo al que no creo pertecener, Sandra intenta encender el fuego y Carlos busca todo lo que nos queda de medicamentos. Intento preguntar en voz alta dónde se encuentran Álvaro y Cristina, pero la voz se me queda atascada en la garganta.
Lo último que recuerdo es a Cristina saltar por encima de mí y caer sobre Marquitos, vi sus lágrimas y esa expresión de rabia. Quise gritarla que estaba vivo, que le dejase marchar a él y me ayudase a curarme, pero ella se movía por la furia. No quiero que piense que estoy muerto, porque no lo estoy. He visto la muerte como nunca la había presenciado, y creo que eso me ha cambiado.

CRIS:
-¿Sabes una cosa? -Pregunto mientras me muerdo la lengua. -Tengo miedo.
-Ya... Yo también. -Lo último lo dice en un susurro tan bajo que casi ni lo oigo.
-¿Qué has dicho? -Digo medio riéndome.
-Que yo también tengo miedo ¿vale? -Agacha la cabeza después de decirlo.
-Tranquilo, no le diré a nadie que tienes sentimientos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario